Ojalá supiéramos todos del 2 de octubre, porque unos decimos “2 de octubre no se olvida”. Sí. No lo olvidamos los que lo vivimos. Pero estos jóvenes que detentan el poder político y el económico ni siquiera pueden imaginarse lo que era México antes del 2 de octubre, cuando el gobierno del presidente Díaz Ordaz y sus paniagudos se ensañaban con odio contra el pueblo, y diciéndose revolucionarios, herederos de la revolución mexicana.
Al parecido a aquellos tiempos está empezando a ocurrir ahora, sólo que de manera selectiva; el ícono del odio es Ayotzinapa. Nadie de los mandantes quiere a Ayotzinapa y a todas las normales rurales porque creen que en esas escuelas normales rurales en vez de formar maestros s forman guerrilleros. Y en cierta medida tienen razón. De ahí salieron los más grandes luchadores armados de la historia moderna, herederos de los ideales de Zapata y Vill: Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas. Y en cada maestro rural hay un guerrillero en ciernes. Pero en lugar de crear las condiciones para que no haya subversión, que son abatir los niveles de pobreza, los gobernantes quisieran acabar a punta de metralla con los malvados marxistas leninistas de Ayotzinapa y ds la Chacona y de todas esas escueluchas.
El 2 de octubre estalló México. Se quebró. Se rasgo el telón no porque la posición del gobierno hubiera cambiado, sino porque la sociedad se dio cuenta, o mejor dicho perdió el miedo de demostrar, de gritar, de salir a la calle a manifestarse, aún en contra de las personas decentes, de las personas que no pueden ver una multitud de “vagos, de pinches, de truhanes” en el Paseo de la Reforma o en Juárez, o en el Zócalo. Sólo causan problemas.
Pero independientemente del pensamiento de la gente decente, México ya no es el mismo después de 68. Puede que el gobierno no haya cambiado. Puede que Peña Nieto no haya leído nada del Movimiento Estudiantil Popular del 68, que estalló por un simple pleito callejero entre estudiantes de dos escuelas vecinas. Y le va bien. Por Ayotzinapa, en aquellos años ya se hubiera incendiado el país. Pero hay mucha gente del pueblo que tampoco sabe de aquel parteaguas en la historia de México. Una masacre de enormes dimensiones, quizá sólo comparada con la masacre de la plaza de Tianamen perpetrada por el gobierno comunista chino en 1989, Pero los muertos en Tlatelolco fueron buena semilla que germinó en conciencia de muchos, en un país que ahora demanda el respeto a sus derechos y que no se deja tan fácilmente, aunque haya muchos que, como borregos, van a oír el Grito por un platito de lentejas. Pero de todo hay en la Viña del Señor.
Este domingo se cumplieron 48 años (el tiempo se va volando) de la matanza en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, perpetrada por un gobierno duro, extremadamente duro con los estudiantes, y el pueblo, que le tenía pavor al socialismo y al comunismo y que se decía revolucionario.
Además, Gustavo Díaz Ordaz, el presidente que ordenó llenar de cadáveres la Plaza tlatelolca y las delegaciones de Policía, estaba comprometido con la empresa que organizaba Los XX Juegos Olímpicos y había que limpiar de subversivos la ciudad a como diera lugar, masacrándolos principalmente. “Defender a México de la subversión” y ‘proteger’ las Olimpiadas.”
Sí, Como dijimos arriba, 68 nos cambió, pero no cambio a los priístas, que siguen pensando que ellos son los dueños de la vida y la hacienda de los mexicanos y siguen contando miles de desapariciones forzadas, muertos, secuestrados, mujeres asesinadas, aumento de la pobreza y la miseria, injusticias que siguen clamando venganza… Hechos como San Fernando, Tlatlaya y la indignante desaparición de los 43 estudiantes de la escuela normal de Ayotzinapa, entre otros. Y un negocio muy suculento: el narcotráfico que parece bendito por autoridades a modo del crimen.
Lo que pasó en Sinaloa hace unos días, cuando fue emboscada una partida militar por gente que sabe de combate, que dispone de armas tan poderosas como las del ejército o más poderosas, es un síntoma del deterioro de la vida mexicana. Dicen que son narcos, inclusive que son los hijos de El Chapo. Pero huelen más a guerrilleros. Puede que me equivoque rotunamente. Sin embargo, las condiciones económicas actuales están a modo para que la gente se levante en armas como ocurrió en 1910 con la revolución mexicana. Es decir, México vive un estado pre revolucionario.
No me gustaría ver, antes de morir, otro 68. Duele el corazón ver a esta patria maldecida, dolorida, sufrida, llena de gente pobre, hambrienta, que no pidió nacer y que no es culpable de que las clases dominantes y particularmente la clase política no se ponga de acuerdo para construir en vez de destruir. Y sólo construir para ellos.
Mientras esté vivo no lo voy a olvidar, Dos de octubre no se olvida. Y las generaciones posteriores tienen que saber la historia para que su alma y su corazón no sean cooptados por los que se creen los dueños de la patria. Por los que están poniendo las condiciones de un levantamiento generalizado. No se dan cuenta de que están sembrando odio y que cosecharán odio. Las mayoría están ya cansada de tanto latrocinio, de tanta prepotencia, de tanta corrupción ocultada, de tanta impunidad, de tantos muertos, de tanto llorar la muerte y no poder celebrar la vida.