Los propósitos principales de esta estrategia ha sido ocultar la responsabilidad central y decisiva de ellos, de los grupos más radicales de izquierda, por un lado, y del PRD y MORENA, por otro, en las atrocidades de Iguala y además transformar lo que hace dos años era un evidente desastre político en una victoria estratégica que conduzca a la captura del poder político en el país.
En efecto, hace dos años con el asesinato de seis personas y la desaparición forzada de 43 alumnos de la escuela normal rural de Ayotzinapa la izquierda enfrentaba un desastre político, porque sus políticos eran responsables del peor acto de violación a los derechos humanos desde la masacre de estudiantes del 2 de octubre de 1968.
Este desastre político para la izquierda tenía dos caras, una que en las siguientes semanas se hizo evidente y una segunda que ha tardado más tiempo en revelarse, pero que no ha podido ocultarse más. La cara evidente fue que uno de los principales jefes criminales que ordenó la masacre era un gobernante que militaba en el PRD, pero al mismo tiempo simpatizaba con MORENA. Peor aún: ese gobernante, José Luis Abarca, se convirtió en alcalde de Iguala gracias a la imposición de Andrés Manuel López Obrador, pese a que el eterno candidato presidencial fue advertido por líderes perredistas de que su ahijado político era un líder del grupo criminal Guerreros Unidos.
Mas no sólo López Obrador impuso a Abarca como candidato a alcalde sino que le dio su apoyo político para que se mantuviera en el cargo, cuando ya era señalado como responsable de asesinatos políticos, previos a los del 26 y 27 de septiembre de 2014.
La otra cara de la responsabilidad de la izquierda no es menos grave y tenebrosa. Los normalistas no llegaron a Iguala por casualidad, fueron conducidos por sus líderes directamente al matadero, a sabiendas que una masacre podría producirse. Pero estos líderes no actuaron solos, lo hicieron en común acuerdo con el grupo criminal Los Rojos que han disputado el control del narcotráfico en Guerrero a sus rivales, Guerreros Unidos, lo narcos y matones de Abarca.
Pero si los líderes de los normalistas llevaron a los alumnos del primer grado a provocar a los Guerreros Unidos por encargo del grupo criminal Los Rojos, tampoco actuaron por cuenta propia, lo hicieron siguiendo órdenes del grupo terrorista que desde hace años controla la normal rural de Ayotzinapa: el autodenominado Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente, el ERPI. Y este grupo subversivo está involucrado en el tráfico de heroína y ha mantenido una alianza con el grupo criminal Los Rojos.
Había que ocultar esto a como diera lugar. Por ello el ERPI colocó a sus operadores en las posiciones clave para controlar el movimiento de protesta cuyo núcleo son los familiares de los desaparecidos. Puso como líder y vocero de los padres de familia a Felipe de la Cruz, egresado de la normal y padre de uno de los normalistas que fueron a Iguala pero resultó ileso. Colocó a Vidulfo Rosales como abogado de los padres e hizo vocero de los normalistas a Omar Vázquez Arellano, ni más ni menos que uno de los líderes que llevaron a los alumnos de Ayotzinapa a Iguala, a sabiendas que serían masacrados.
Vázquez Arellano al mismo tiempo responde al ERPI y a Los Rojos. El 1 de julio Narciso Vázquez Arellano, su hermano, cayó abatido cuando él y otros sicarios de Los Rojos se enfrentaron con sicarios de Guerreros Unidos en el Municipio de Eduardo Neri. Asimismo en noviembre se filtró una grabación de conversaciones telefónicas entre Omar Vázquez Arellano y un normalista no identificado, en las cuales admiten que Los Rojos operan en la normal y que cuatro normalistas de ese grupo criminal estuvieron a punto de ser “levantados” por sicarios de otro grupo criminal rival (Los Ardillos). La única preocupación de Vázquez Arellano y su interlocutor era que eso fuera a trascender a la opinión pública.
La única manera en que Los Rojos puedan operar en la normal de Ayotzinapa es que el ERPI lo autorizó y lo hizo por los negocios que tiene con el grupo criminal en el narcotráfico.
La labor de Felipe de la Cruz, Vidulfo Rosales y Omar Vázquez Arellano como la de los demás líderes, voceros y activistas ha sido la de culpar al gobierno federal por la masacre para obtener lucro político y económico de la masacre y para ocultar la responsabilidad central de políticos de izquierda en los hechos: tanto al llevar a los normalistas a Iguala como en masacrarlos.
De modo que ahora que la izquierda se desgañita exigiendo la presentación con vida de los 43 desaparecidos, a sabiendas que están muertos, pues que dirija a su correligionario José Luis Abarca -ya preso por acción del gobierno federal- para que diga dónde puso a los normalistas. Y que esa misma izquierda le exija a los líderes estudiantiles y al ERPI una explicación de porqué llevaron a los normalistas a Iguala a sabiendas que serían masacrados.
En resumen lo que México entero le debe exigir a la izquierda es: vivos ustedes llevaron a los normalistas a Iguala y vivos los desaparecieron, entonces ¡vivos devuélvanlos!