El primer gran error fue el haber desvinculado el área de la comunicación digital de la de medios tradicionales.
Eso ocurrió desde su campaña presidencial. Sólo habría que recordar cómo impactó esa desvinculación luego del surgimiento del movimiento “#Yosoy132” después de su desastrosa visita a la Ibero.
A partir de entonces quedó más que claro que sus enemigos y detractores habían escogido que el campo de batalla de la percepción iban a ser las redes sociales.
A los crecientes ataques en Twitter, Facebook e Internet se respondía con notas y comentarios en los diarios. Desde entonces la guerra para Peña Nieto estuvo perdida.
Vinieron dos años de grandes éxitos a través del impulso de reformas vía el Pacto por México, una alianza nuca antes vista entre los principales opositores, el PRI y el Presidente de la República.
El estilo de Gobernar del mexiquense se definió a través de una serie incansable de viajes al exterior.
Peña Nieto aparecía cada semana, cada mes, con los grandes personajes del mundo desarrollado. En cada visita a Francia, Alemania, Estados Unidos, Inglaterra, Canadá y otras muchas naciones, esos mandatarios lo felicitaron y alabaron por sus dos grandes éxitos: haber logrado sumar a sus opositores de PRD y PAN en un esfuerzo común, y sacar adelante grandes reformas que iban a transformar y llevar a México finalmente al Primer Mundo.
Hasta llegar a aquella controvertida portada de Time donde se le designó como Salvador de México.
Peña Nieto viajaba entonces en la cresta de la ola de la popularidad internacional. El golpeteo entonces en las redes y las otras nuevas tecnologías nada tenían que ver con el manejo informativo en los medios tradicionales.
Los diarios, la radio y la TV empataban sus informaciones con la ola de los medios internacionales.
Todo en Los Pinos y en el entorno de Peña Nieto giraba en torno a cómo administrar el éxito.
Pero el 24 de septiembre de 2014 llegó el secuestro, ejecución y desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, Guerrero y, como era ya costumbre, nadie en Los Pinos se preocupó por operar las redes sociales.
Menos de dos meses después, el 9 de noviembre, cuando Peña Nieto viajaba apenas a China, apareció en el portal de Carmen Aristegui el reportaje de la casa blanca en las Lomas de Chapultepec.
A ello se sumó la inesperada caída internacional del precio del petróleo que pasó en días de 100 a los 50 dólares. Eso impactó al peso que también en días se colocó en 14 y 15 pesos por dólar.
Las áreas de Comunicación Social -la de medios tradicionales y la digital-, de Peña Nieto vivían en el limbo. Nadie acertó a explicar lo que ocurría en el mundo ni tampoco para dar respuesta a lo que pasaba en México.
Para entonces Twitter, Facebook, y otras redes ya eran dominadas por los grupos alrededor de Andrés Manuel López Obrador. No se quedaban atrás en ese manejo otros grandes enemigos del mexiquense. En su mayoría los grandes intereses económicos afectados por las reformas de Comunicaciones, Hacendaria, Educativa y Energética.
México vivía una expansión sin precedentes del uso del internet. Y es que entre 2010 y 2015, el número de internautas -gran parte de ellos activos usuarios de redes sociales-, pasó de 12 millones a 40 millones. En apenas 3 o 4 años se sumaron entre 28 a 30 millones nuevos internautas que vivieron una euforia de libertad en sus mensajes sin freno a través de las redes sociales.
La expansión del uso del internet sumo entonces dos elementos: cada vez a grandes segmentos de jóvenes y a universos de bajos recursos. Hoy existe un amplio sector de jóvenes de muy bajos recursos que habitan las zonas marginales urbanas, que pueden habitar cuartos sin piso de cemento, pueden no tener agua corriente ni excusado, luz o gas, pero cuentan con un celular o Smartphone inteligente con servicio de Internet.
El crecimiento de la red de Internet socializó unos y otros, y hoy jóvenes de unos y otros estratos sociales actúan por igual a través de las redes sociales, generando esencialmente un mensaje violento, rudo, anti sistémico.
Ahí comenzó la ola que aún no baja de denostaciones en contra de Peña Nieto, su familia, su administración, programas y colaboradores.
SE UNEN
Fue ahí que comenzaron a empatar los golpeteos en redes y medios tradicionales.
Para consolidar esa convergencia y agudizar la crisis de credibilidad y la creciente percepción de incapacidad gubernamental, el 12 de julio de 2015 se da la fuga del Chapo Guzmán.
Desde entonces, al golpeteo en redes, se sumó ya sin barrera alguna la diatriba y el ataque en los medios tradicionales. Aparecieron los programas no de análisis en la TV -en especial en la oficial-, sino de abierta inquisición mediática contra todo lo que representara y oliera a Peña Nieto.
INUTIL
Por todo ello no pocos vimos con sorpresa cómo el presidente Peña Nieto relevaba el 6 de marzo de 2015 a David López -quien le había operado medios e imagen desde que era gobernador del Estado de México-, por el abogado Eduardo Sánchez, quien simplemente carecía de experiencia para el cargo.
El resultado ha sido el desastre que crece a cada levantamiento de opinión entre los mexicanos respecto de la aceptación ciudadana de Enrique Peña Nieto.
Hoy simplemente no existe una vinculación real del mexiquense con sus gobernados.
Es fácil de entenderlo: están prácticamente minados todos los puentes de comunicación entre unos y otro.
Los problemas corren libremente al parejo de la rica imaginación de los usuarios de las redes sociales, cuyos mensajes tienen hoy cabida en los medios tradicionales. Basta ver cualquier información en cualquier diario que surja respecto de Peña Nieto, y luego ver los comentarios abajo que provienen de las redes sociales, para medir el sentir de esos segmentos crecientes de antisistemas.
De seguro algo le llega de todo eso al Presidente. Y tan le llega que ha emprendido una campaña en la que es obvio que considera que su mala imagen y baja percepción surgen de los medios y no de la inexperiencia e incapacidad de sus encargados de operar medios tradicionales y digitales
La campaña, bajo el lema “Las cosas buenas casi no cuentan… pero cuentan mucho”, no sólo es un editorial, sino lo que piensa y siente Peña Nieto respecto de los medios.
Como los diarios, la radio, la TV y las redes sociales y portales de Internet no recogen y difunden sus éxitos y los beneficios de sus obras y programas, lo tiene que hacer él a través de su campaña.
En la medida en que esta campaña se profundice y amplié, en esa medida también crecerá el golpeteo y la crítica.
Así es.