De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), existen en el mundo aproximadamente 125 millones de personas que se encuentran expuestas a un mineral altamente tóxico, denominado asbesto o amianto, capaz de producir cáncer de pulmón, de laringe y de ovarios, así como mesotelioma y asbestosis (fibrosis de los pulmones).
La principal exposición, explicó, se da en las fábricas de asbesto, a través de la inhalación de estas fibras que se encuentran en el aire o en el agua del lugar de trabajo, lo que provoca que los empleados sean los principales afectados. El aire cercano a los puntos de producción o distribución afecta gravemente a la población aledaña, señaló.
Mercado Sánchez puntualizó que en 2004, el cáncer de pulmón, relacionado con el amianto, el mesotelioma y la asbestosis causados por exposiciones laborales, dieron lugar a 107 mil muertes y un millón 523 mil años de vida ajustados por discapacidad a nivel mundial.
En México, explicó, pese al impacto nocivo que causa a la salud, la producción y uso de este material no ha sido descontinuados.
Tan sólo el pasado 8 de marzo, el actual director del Sistema de Aguas de la Ciudad de México, Ramón Aguirre Díaz, sostuvo que la red de agua que abastece a la Ciudad de México tiene más de 60 años de antigüedad.
“Es razón de que las tuberías estén hechas a base de asbesto, y que únicamente han sido reemplazadas las que por algún motivo han sufrido alguna ruptura o desgaste, provocando fugas de agua”, afirmó María Victoria Mercado.
La diputada de Movimiento Ciudadano añadió que se necesitan al menos mil millones de pesos por un año para poder reemplazar las tuberías, adicionales a los 120 mil millones de pesos que actualmente asigna la Asamblea Legislativa del Distrito Federal al Sistema de Aguas.
Por ello, enfatizó la importancia de que la Secretaría de Salud y el gobierno de la Ciudad de México tomen las medidas conducentes en pro de la eliminación del asbesto en las tuberías que recorren toda la ciudad, reemplazando el amianto por productos más seguros y formulando mecanismos económicos y tecnológicos para estimular su erradicación.
Con ello, dijo, se logrará fortalecer la salud de todos los habitantes, ya que las fibras de asbesto no se evaporan en el aire, ni se disuelven en agua, por lo que su inhalación o ingestión puede producir que las partículas se alojen en los pulmones o en el tubo digestivo.