Qué cojonudo el presidente. Dice que no llegó a su cargo “para ganar una medalla de popularidad”, pero si necesitó de popularidad para ganar la presidencia – aiga sido como aiga sido, como dijo Felipe Calderón cuando su triunfo sobre el Peje se puso en gran duda, pues su ventaja sólo fue de medio voto, y la de Peña muchos dijeron que fue porque compró cientos de miles de votos, repartiendo tarjetas de Soriana y de Monex.
Fue muy popular Peña Nieto desde que era gobernador en Toluca, donde afrontó casos peliagudos como la muerte de la niña Paulette y la dolorosa represión en San Salvador Atenco, que fue denunciada por la violación sexual de muchas mujeres inclusive extranjeras.
Pero conforme ha pasado el tiempo, y los dislates cometidos desde Los Pinos, desde Gobernación, desde la Secretaría de Hacienda, desde las FA, lo han ahecho muy impopular. Según la reciente encuesta del periódico reforma, el 70 por ciento de los mexicanos lo rechaza como presidente y hasta lo odia. Claro que este rechazo a Peña lo tiene sin cuidado porque ya le falta dos años y medio para irse campante a gozar de sus victorias.
Ahora, agosto de 2016, el presidente ya no es popular, o nada popular, porque no ha sabido cómo gobernar, no ha podido “salvar a México”, no ha podido “mover a México”, no ha podido hacer “una economía moderna, productiva, competitiva”; dejó que el país de los pobres y de los más pobres y de los miserables se le hiciera pedazos entre las manos , porque, aunque dijo que él no tenía amigos, colocó a puros amigos incompetentes en los puestos más importantes de la administración gubernamental.
No supo cómo gobernar al país – no es lo mismo ser gobernador de un estado en el que la mayoría no protesta, en el que la mayoría está conforme con su pobreza, con su miseria-. No supo que no se trataba de gobernar, de mandar, sino de servir al amo y en este caso el amo es el pueblo y él su servidor, su empleado, que recibe un abultado emolumento por lo que hace y por lo que no hace. Así lo pensó y así lo dejó establecido el generalísimo José María Morelos y Pavón, porque así es lógicamente. El pueblo elige a quien lo va a representar. No elige patrón ni dueño, ni capataz, ni represor.
No necesita el señor una medalla de popularidad. Pero, perdóneme, pero imagino que no está nada contento con la impopularidad, que se ha alimentado con las compras millonarias de portadas de revistas del corazón en las que en la portada aparece siempre una fotografía de la primera dama y de sus hijas e hijastras, que por cierto recientemente fueron severamente criticadas por la prensa británica y calificadas por el popular diario The Guardian de malcriadas y déspotas, Ciertamente no merece una medalla de popularidad porque lo que hace por el pueblo está pagado por el pueblo; lo que hace su familia está pagado por el pueblo; lo que no hace por el pueblo, que es mucho más, está pagado por el pueblo. Perdóneme señor Peña que difiera de sus dichos, que espero sólo sean exabruptos del calor del momento. Los maestros merecen ser oídos, escuchados. Tienen razón en sus cuestionamientos a la reforma educativa. Y no se olvide – usted fue joven – que los jóvenes usan todos los recursos habidos a su alcance para protestar aunque parezcan o sean ilegales, como las marchas, los plantones, los retenes. Es lo único que le queda a la pobretada para que quienes ni ven ni oyen, los vean y los oigan a la fuerza.
De lo que sí estoy seguro es que por fin no le temblará la mano para darles una paliza, una granadiza, una balaceada a los maestros de Chiapas, de Oaxaca, de Guerrero y de Michoacán y todo aquel que infrinja sus leyes, aunque nadie, por derecho natural, está obligado a obedecer leyes injustas. Si no lo dicen sus juristas, lo dice el derecho canónico que es una de las fuentes del derecho positivo.
Asegura usted que “no tendrá reparo alguno” en recurrir a la fuerza pública para restaurar el orden, de fracasar el diálogo con los maestros opuestos a la reforma educativa. Pero cuál diálogo. Nunca ha habido diálogo. Es un monólogo de Osorio Chong por un lado y de su amigo Nuño por el otro. A los representantes de la CNTE no los han escuchado. Entonces no ha habido diálogo sino imposición. En un diálogo ambos lados ceden algo y en este caso su gobierno pretende que sean los maestros los que cedan porque la reforma educativa es lo mejor para la educación pública, aunque en esto no estoy de acuerdo porque yo propugno por una educación liberadora y la propuesta oficial es para formar una gran clase se sirvientes de los grandes de la economía.
Y todo lo que he dicho no significa que yo sea su enemigo. Al contrario lo que he escrito pretende ser un diálogo que, para no aturdir con grecolatinismos, sólo diré lo que dice un diccionario: Diálogo es la discusión sobre un asunto o sobre un problema con la intención de llegar a un acuerdo o de encontrar una solución… Ojalá pudiéramos encontrarle la cuadratura al círculo porque esta situación que estamos sobreviviendo no es nada agradable, ni en lo político, ni en lo económico, ni en lo emocional, ni mucho menos en lo espiritual. Si me leyó, gracias. Mis intenciones son positivas. No olvide que llevo más de 50 años advirtiendo…