Coincido con mi cuasipaisano Ramón Zurita Sahagún y con mi colega, Gregorio Ortega Molina, dos periodistas curtidos en el jugo de la información en lo que pronostican este domingo: que en el país habrá más violencia, que estallará una violencia que en mis tiempos se llamaba revolucionaria y que ahora es exclusivamente producto del odio social hacia el gobierno, que se agandalla la más suculenta parte del pastel de la economía y deja caer las migajas de la mesa de su banquete para que la pobretada, como perritos muertos de hambre, la recoja y medio sacie el hambre.
Miren, amigos, a la economía nacional, perdonen la palabra, aunque ya está autorizada por la Real Academia Española desde hace muchos años, se la está llevando la chingada y nos arrastra a las mayorías; no a los que viajan de palacio nacional o Los Pinos en Helicóptero a su residencia.
A los trabajadores les tocan las migajas del banquete, pero sólo a unos cuantos. Las mayorías pasan hambres como el hambre que se vive en países africanos. Y todavía el gobierno a través de sus agentes propagandísticos, como el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEGI) rasura las cifras de la pobreza. ¿Pobreza? Yo ya no veo pobreza. Veo miseria hasta en las clases trabajadoras que atiborran los carros del Metropolitano a las horas pico.
La economía pues ha sido descuidada por las gentes que cobran en la Secretaría de Hacienda o en la de Economía y el Banco de México. Ellos les dirán que la economía mexicana marcha bien pero no hablan de que millones de personas son cada vez más pobres y sobreviven por puro milagro con las tripas vacías. Y no me digan que soy antigobiernista. Por Dios. Cómo quisiera que estos endinos gobernaran bien, sirvieran al pueblo y no a los ricachones, De veras, esto no es un asunto personal. Es indignación social que se ha convertido en encabronamiento y que en un momento dado puede convertirse en una explosión como la del primero de enero del 94 en las selvas y montañas de Chiapas, cuando los indios se sublevaron porque ya no aguantaban la miseria en la que vivían y no querían heredarle a sus pequeñuelos ese mierable estilo de vida.
Muchos critican a los maestros de la CNTE, a los movimientos sociales, populares, inclusive periodistas presuntamente amigos míos aunque sí colegas. Echan pestes contra los movimientos populares. Pero están equivocados, Dichos movimientos están emergiendo porque la clase política no entiende ni quiere entender, ni entiende que no entiende, que la pobreza se ataca no con cruzadas contra el hambre, que fue un rotundo fracaso, sino creando empleos bien remunerados y eso no lo van a hacer los empresarios, lo tiene que hacer el gobierno. Es su obligación aunque ellos digan que el gobierno no tiene por qué meterse en la economía del país.
Si el gobierno no interviene en paliar esta indignación social, este encabronamiento, se va a ver metido en un lío verdadero, en un incendio que ni las más poderosas armas de las fuerzas armadas va a detener. Están dadas las condiciones para una revuelta social. La gente está cansada. Muy cansada de ser la burla, el conejillo de indias de los agentes gubernamentales, de la violencia de los narcotraficantes apoyados por autoridades gubernamentales, de no tener un pinche paraguas para protegerse de las torrenciales lluvias o de no tener vestido adecuado para protegerse de los intensos calores, o de vivir dentro de una pocilga que jamás podría ser una casa blanca, de viajar en el metro o en los trolebuses, o en esos horrorosos microbuses, pestilentes y desvencijados. Ellos nunca podrán viajar en un transporte digno, todos sentados, Menos en un automóvil de lujo o en un helicóptero de la oficina a casa. Ay México. Cómo dueles, Dueles a lo bestia. Y el grupo poderoso cagándose de risa en sus francachelas donde se gastan lo que quieren y del Erario.
analisisafondo@gmail.com