La respuesta está en la debilidad del Estado, en que incumple su función primordial, si no es que única legítima, la de controlar la violencia.
La definición moderna más acertada del Estado es la que se trata de una institución que reclama con éxito para sí el monopolio de la violencia.
No es que en donde existe Estado dejan de ocurrir violencia por parte de particulares, sino que el Estado reprime a quienes tratan de romper su monopolio. De eso se trata la justicia penal precisamente, de no dejar impunes los actos de violencia y en particular los más extremos de ellos que son los homicidios.
Una constante en la sociedades más civilizadas -y que por lo mismo son las más libres y prósperas- es que la gran mayoría de los homicidios no quedan impunes. En Estados Unidos cuando menos los autores de 65 de cada 100 asesinatos son detenidos, acusados y condenados. En Europa el castigo llega a 80 de cada 100 homicidas y en Japón, Taiwán, Hong Kong o Corea del Sur el castigo llega a 90 de cada 100. Por eso las tasas de homicidio son esos países sumamente bajas.
En México, en contraste, apenas el 20% de los homicidios merece castigo, para este y otros delitos violencia hay una abrumadora impunidad. Y en la mayor parte de América Latina y África la situación es por el estilo.
De matar de hambre a los cocodrilos…
Pero la homicida no es la única violencia que el Estado reprime y controla ¿Por qué no hay bloqueos de carreteras y calles en Estados Unidos, Japón, Australia y la mayor parte de Europa? Porque al primer intento de atentar contra el libre tránsito el Estado actúa sin miramientos contra los infractores, sin importar cuan legítimas o ilegítimas sean las demandas de quienes cometen estos delitos.
Y en estas sociedades la inmensa mayoría está de acuerdo con este proceder del Estado, con su política de cero tolerancia a cualquier manifestación de la violencia. Si varios sujetos bloquean un carreteras, le queman los testículos o balacean a policías e incendian camiones y edificios, no surge un clamor de la sociedad en favor de los infractores, ni aparece una comisión de derechos humanos para pedirle al gobierno que permita a los violentos seguir atropellando los derechos de los demás y ¡el colmo! para pedirle que se ponga a negociar la ley con esos delincuentes.
Y por su supuesto, ahí donde prevalece el estado de derecho, el gobierno no puede tolerar que existan grupos dedicados a cometer actos violentos, esto es, que existan milicias privadas, porque la única milicia permitida es la pública, la del Estado.
Y todo esto es así en las naciones civilizadas porque gobernados y gobernados saben que si se tolera cualquier acto de violencia, grande o pequeño, la violencia crece, se hace costumbre y precisamente la convivencia pacífica se ve amenazada y termina por ser destruida.
Winston Churchill resumió así el espíritu intransigente de la sociedad civilizada: “Un apaciguador es alguien que alimenta al cocodrilo, esperando que se coma a otro antes que a él”.
Y Churchill se refería a una situación histórica muy específica: a la claudicación del gobierno británico ante los nazis. Ante el reclamo de Hitler sobre una parte del territorio de Checoslovaquia, en 1938 el gobierno británico dobló las manos, permitió que Alemania se anexionara toda la región checoslovaca de los Sudetes.
El gobierno británico justificó su cobardía y su traición a Checoslovaquia, su aliado, alegando que de esa manera Europa se evitaría una guerra con la Alemania nazi.
Pero los nazis no cumplieron el compromiso no de hacer nuevas exigencias territoriales y para la primavera de 1939 ya se habían apoderado de toda Checoslovaquia, sin disparar un solo tiro.
¿Evitó eso la guerra? Por el contrario, los nazis se envalentonaron y llevaron a la humanidad al conflicto bélico más sangriento de la historia y que a la Gran Bretaña le costó una alta cuota de “sangre, sudor y lágrimas”.
Y es que eso pasa cuando se alimentan cocodrilos, incluso con la carne de los otros: quienes trataron de alimentarlos para apaciguarlos terminan siendo devorados….
….A alimentar mejor a los cocodrilos
En Victoria, Tamaulipas en una semana tres familias, cuyos integrantes eran inocentes y nada tenían que ver con actividades delictivas, fueron masacradas por sicarios de Los Zetas. Estos se encargaron de dejar claro mediante “narco-mensajes”, que sus víctimas eran inocentes y que lo que estaban practicando era terrorismo, para obligar al gobierno que dejara de perseguirlos y para que dejara de favorecer a un grupo criminal rival que le disputa a Los Zetas la vital “plaza” de Nuevo Laredo.
El gobierno reacciona como siempre reacciona: anunció el envío de más soldados en refuerzo a la seguridad pública de Tamaulipas y en particular de Victoria. Pero esta respuesta confirma que los gobernantes siguen sin entender: el problema de la violencia y de la crispación en México es la existencia de milicias privadas que desafían el monopolio estatal de la fuerza.
El pretexto para tolerar a los pequeños ejércitos de sicarios es que su existencia es inherente a la existencia de un mercado clandestino de drogas. Pero ese ese es un pretexto falaz por tres razones. La primera razón es que los mayores mercados (clandestinos) de drogas en el mundo se sitúan en Estados Unidos y en Europa y allá no existen Zetas, Pelones, Güeros, Mata-Zetas, Guerreros Unidos o Templarios. Los narcos de esos países saben que las matanzas equivalen a la destrucción de su negocio, que el Estado los perseguirá de modo implacable si las cometen.
Pero incluso ese temor de los narcos ante la reacción del Estado puede cruzar fronteras. Entre 2009 y 2010 Los Zetas desataron atentados con carro-bomba en Tamaulipas. El Departamento de Estado de Estados Unidos expresó que por estos actos consideraba incluir a Los Zetas en la lista de organizaciones terroristas y el estallido de carros-bomba…cesó.
La segunda razón de la falsedad de atribuir la violencia de los grupos criminales a la existencia de un mercado clandestino de drogas es que durante décadas México participó en el esquema internacional del narcotráfico sin que hubiera una violencia como la sufrida en los últimos años. Simplemente las administraciones del antiguo régimen autoritario mexicano no les cedieron su monopolio de la violencia a los narcos. Punto.
Lo que los gobernantes hicieron a partir de la administración de Carlos Salinas fue tolerar que unos narcos se mataran entre sí. Pero después esa violencia se extendió contra agentes del Estado y contra los gobernados inocentes.
La tercera razón de la falsedad de atribuir la violencia de los grupos criminales a la existencia de un mercado clandestino de drogas y la suposición de que si este mercado se vuelve legal se acabará el problema, es que a los narcos y a sus milicias privadas les tiene sin cuidado la legalidad. Ellos además extorsionan, secuestran, roban despojan. Si el narcotráfico se vuelve legal, igual van a aterrorizar y a extorsionar a los comerciantes legales de drogas, como hoy lo hacen con quienes no comercian drogas.
El problema es, por un lado, que el gobierno no se haya esforzado por erradicar por completo a estas milicias privadas de los narcos, pero, por otro, que estas no son las únicas milicias que existen.
Una milicia privada controla, con absoluta impunidad, una porción de Chiapas desde 1994. Otras milicias que los gobiernos han desdeñado y que se vuelven cada día más poderosas y desafiantes son los grupos terroristas EPR y ERPI, entre otros. Milicias privadas son las “policías comunitarias” en Guerrero, que no son más que extensiones de la guerrilla.
Pero otra milicia más es la asociación delictuosa con las siglas CNTE. Y ante su violencia, ante el mayor desafío ilegal que el Estado mexicano haya sufrido en tiempos de paz, el gobierno ha decidido doblar las manos, sentarse a negociar la ley con criminales.
Al derogar la reforma educativa y regresar las rentas criminales que la CNTE estuvo disfrutando, el gobierno no sólo atenta contra la educación y el futuro de los niños y contra los contribuyentes, que han de seguir financiando a los parásitos que cobran sueldos como maestros pero no lo son, sino contra la posibilidad de que en México prevalezca la convivencia civilizada.
Si el gobierno lleva a término su claudicación ante la CNTE, todo grupo de rufianes sabrá que basta cerrar carreteras para obtener rentas del Estado (en realidad de los contribuyentes) y el país será llevado al caos.
Y si, como dijimos, el Presidente Peña cree que con esta claudicación comprará clemencia, a partir del 1 de diciembre de 2018 constatará que no compró nada…