No hay que ser adivino para saber que el Sistema Nacional Anticorrupción era la joya más preciada de la corona de grandes reformas estructurales de Enrique Peña Nieto.
Simplemente basta saber que su primera iniciativa fue esa. Se la entregó a mediados de noviembre de 2012 a los coordinadores de sus grupos parlamentarios -PRI y PVEM- en el Senado y la Cámara de Diputados, siendo todavía presidente Electo.
Ellos la presentaron al día siguiente al Pleno del Senado a través de la priísta Lizbeth Hernández y Pablo Escudero del Verde Ecologista y yerno de Manlio Fabio Beltrones.
Peña Nieto concebía entonces al Sistema Nacional Anticorrupción como una Comisión similar a la CNDH, autónoma y con poder de injerencia no sólo en todos los órdenes del poder público, sino dentro de la sociedad misma.
Lo que promulgó ayer en el Patio de Honor de Palacio Nacional, con cambios significativos y otras instituciones, al final tiene los mismos objetivos y alcances.
Y es que el Sistema Nacional Anticorrupción no sólo dotará de mayores facultades a la Auditoría Superior de la Federación y a la Secretaría de la Función Pública y creará la Fiscalía Anticorrupción, que será un poderoso órgano persecutor dentro de la PGR, sino que termina con el viejo concepto de que la corrupción sólo atañe a los funcionarios federales para ampliarlo al resto de los poderes y a la sociedad misma.
El Sistema Nacional Anticorrupción no lo específica, pero en los hechos advierte que la corrupción en México somos todos. Y como tal es un problema estructural y cultural que está presente en prácticamente todos los niveles, áreas y hogares mexicanos.
De ahí que, al promulgarlo, Peña Nieto haya dicho ayer:
“Si queremos recuperar la confianza ciudadana, todos tenemos que ser autocríticos (es decir, aceptar que todos somos partes de la corrupción); tenemos que vernos en el espejo, empezando por el propio Presidente de la República”.
Un abierto reclamo a sus críticos, un llamado a que quien luego de verse al espejo de la corrupción y se sienta libre de culpas, lance la primera piedra, ¿no?
Breve, directo, el mandatario se fue a lo medular.
“Hoy inicia el Sistema Nacional Anticorrupción. Lo recordaremos dentro de algunos años. Los mexicanos, nos sentimos lastimados y dolidos por la corrupción.
“Todos los días la sociedad se entera de actos de corrupción de servidores públicos y de particulares”.
Fue así que la ciudadanía tomó la iniciativa de combatir con decisión este cáncer social, dijo. Y el Estado mexicano le responde con el Sistema Nacional de Transparencia y, a partir de ayer, con el Sistema Nacional Anticorrupción.
Sabiendo que la vida a veces es injusta, Peña Nieto nunca recordó ni se refirió a su iniciativa de mediados de noviembre de 2012 con la cual se comenzó a crear lo que hoy es el Sistema Nacional Anticorrupción.
SU FANTASMA
Y cómo ya lo había hecho antes, recordó uno de los dos temas que lo perseguirán siempre:
“En noviembre de 2014, la información difundida sobre la llamada Casa Blanca causó gran indignación.
“Este asunto me reafirmó que los servidores públicos, además de ser responsables de actuar conforme a derecho y con total integridad, también somos responsables de la percepción que generamos con lo que hacemos, y en esto, reconozco, que cometí un error.
“No obstante que me conduje conforme a la ley, este error afectó a mi familia, lastimó la investidura presidencial y dañó la confianza en el Gobierno.
“En carne propia sentí la irritación de los mexicanos. La entiendo perfectamente, por eso, con toda humildad, les pido perdón.
Les reitero mi sincera y profunda disculpa por el agravio y la indignación que les causé”, precisó.
Por eso y todo lo demás, dijo, estar seguro de que “en México habrá un antes y un después de este sistema”.
Confió en que el Sistema Nacional Anticorrupción ayudará a erradicar los abusos de quienes no cumplen con la ley, “de quienes dañan la reputación de millones de servidores públicos que se desempeñan de forma íntegra y honesta”.
Y subrayó:
“El sistema que estamos construyendo es único. Nació de los ciudadanos, será presidido por los ciudadanos y servirá a los ciudadanos.
“Crea instituciones fuertes y autónomas para prevenir y castigar la corrupción.
“Con él, se eliminarán los trámites innecesarios y hará que las contrataciones y obras públicas se realicen con total transparencia.
“El servicio público será más íntegro y habrá una real y efectiva rendición de cuentas.
“Para lograrlo, se cuenta con una Fiscalía Anticorrupción y salas especializadas en el Tribunal Federal de Justicia Administrativa.
“De igual forma, se fortalece a la Auditoria Superior de la Federación y a la Secretaría de la Función Pública, cuyo titular ahora deberá ser ratificado por el Senado de la República”, enumeró.
Y anunció que apenas inicie en septiembre el próximo período legislativo, “enviaré a ratificación el nombramiento del titular de la Secretaría de la Función Pública”.
Concluyó:
“En suma, el nuevo sistema representa un cambio de paradigma, que dota al país de nuevos instrumentos para fortalecer la integridad en el servicio público y erradicar la corrupción.
“Ahora tenemos que demostrar su efectividad.
“Hasta no ver resultados contundentes, la ciudadanía verá en nuestros discursos solamente eso, discursos”, reconoció.
A partir del éxito del Sistema Nacional Anticorrupción, podremos reconstruir la confianza ciudadana en sus instituciones y en sus autoridades.