Sin duda la religión dominante en el país tiene más destinos, pero eso no significa que no haya otros, porque aquí se practican diversos cultos y muchos de manera dinámica. El Arzobispado mexicano reporta más de 10 mil recintos religiosos en nuestro territorio, entre capillas, templos, iglesias y santuarios, señaló el universitario.
En el mundo se mueven al año unos 300 millones de personas para visitar algún recinto de este tipo; en México la cifra es de 35 millones, puntualizó.
Esto no necesariamente se hace en periodos vacacionales y en muchos casos se recorren largas distancias debido a las migraciones, pues las personas llevan consigo su fe al nuevo lugar de residencia (como Estados Unidos) y regresan una vez al año para las fiestas patronales. Esas visitas dejan derramas económicas importantes, por lo que puede verse al turismo religioso como un potencial para el desarrollo de las poblaciones.
“Si hablamos de los lugares más visitados, en primer lugar está la Basílica de Guadalupe, considerada el recinto religioso más visitado del mundo, con alrededor de 20 millones de personas al año”, refirió Propín.
Después están el de San Juan de los Lagos, el del Santo Niño de Atocha, la Virgen de Juquila, de Zapopan, Chalma y Cristo Rey.
Este tipo de turismo se reconoce por la movilidad de personas motivadas por la fe, y tiene ciertas características: no hace falta invertir en promoción para posicionar los destinos, porque se acude por elementos devocionales o experiencias de carácter milagroso, dijo el especialista en geografía del turismo.
Además, las mismas personas son el impulso. Aquí hay dos componentes: la transmisión de la experiencia y el factor generacional, porque cuando se visitan por lo general se hace en un contexto familiar. Tampoco requieren una cercanía geográfica, dado que algunos paseantes se mueven kilómetros en busca de un lugar específico.
En este tipo de turismo hay recurrencia, pues por lo regular quienes visitan los santuarios no sólo van a pedir, sino que regresan a agradecer.
Otra característica que distingue a este turismo y explica la cantidad de personas que se reúnen en los santuarios, es porque su perfil demográfico y devocional es diverso. Un atributo más es que tiende a crecer en momentos de crisis socioeconómica o política, por lo tanto es permanente y latente.
Enrique Propín precisó que en un extremo está el peregrino piadoso, que es fiel visitante, y en el otro está el secular, es decir, el turista común que no es devoto al lugar, sino a la cultura popular que existente en torno al culto.
En países como el nuestro, este tipo de turismo tiene un alto potencial que resulta un nicho de oportunidades que debe aprovecharse al máximo, concluyó.