“No tenemos una estrategia nacional para su conservación, ni su uso está basado en su aptitud”, afirmó Pilar Ortega, del Instituto de Geología (IGL) de la UNAM.
En el Día Mundial del Medio Ambiente, que se conmemora hoy, 5 de junio, y que este año tiene como tema la lucha contra el comercio ilícito de fauna y flora silvestres, señaló que muchos ecosistemas han sido degradados:
Con la erosión, la pérdida o la transformación del suelo, grandes extensiones han quedado fragmentadas, y muchas de las funciones que tienen en los entornos “están siendo ‘selladas’ por la urbanización”, comentó.
Si desconocemos este recurso, si no lo valoramos, mucho menos podemos contar con estrategias y planeación. Por eso es importante identificar los usos potenciales de los diferentes tipos que existen para darles un manejo correcto, remarcó la experta, quien recordó que los suelos cumplen diferentes funciones ecológicas: conservar, promover y sostener a todos los ecosistemas, es decir, a la biodiversidad del planeta.
Además, son un reservorio de carbono a largo plazo, permiten que se lleve a cabo el ciclaje de nutrimentos en los llamados ciclos biogeoquímicos, tienen funciones de infiltración –permiten la recarga del manto acuífero–, e impiden la erosión masiva a través de la vegetación.
De forma adicional, contribuyen a la limpieza del aire mediante la actividad de los microorganismos que los habitan y la captura de elementos químicos en la materia orgánica.
Desde el punto de vista antropogénico, aclaró Pilar Ortega, algunos son aptos para la agricultura y otros para conservar los bosques. Así como los organismos evolucionan, hay suelos muy maduros que han sufrido un proceso de pedogénesis –formación– a lo largo de mucho tiempo, y que son un buen reservorio de carbono y de nutrimentos. En contraste, hay otros muy jóvenes y vulnerables al manejo.
Cuando se permite el cambio de uso, se vuelven frágiles (si no tienen las aptitudes para desempeñar su nueva función) e inmediatamente se degradan. “Algunos son capaces de sostener un ecosistema diverso, pero al transformarlos al uso agrícola pierden su fertilidad al permitir dos o tres cosechas de maíz, por ejemplo, y ser abandonados a acahuales (yerba alta y de tallo grueso)”.
La situación en México es preocupante, reflexionó la especialista, y reconoció que en el país los suelos están localizados, referenciados, mapeados y ubicados, y taxonómicamente descritos, “pero eso no implica que se hayan generado mapas de aptitud y de manejo. Aún existe mucho por hacer y el primer paso es su valoración”.
Los suelos, abundó la experta del IGL, tienen un gran potencial de recuperación, llamado resiliencia; empero, algunos son muy frágiles y si son perturbados no se recuperarán. Por ejemplo, los que se urbanizan están prácticamente perdidos, junto con sus funciones ecológicas.
Los rellenos sanitarios
Otro problema ocurre en los llamados rellenos sanitarios, que son terrenos donde se deposita basura, saturados de contaminantes que, tarde o temprano, alcanzan al manto freático.
Al respecto, la científica dijo que no se tiene el conocimiento certero del porcentaje de suelos mexicanos impactados por actividad antropogénica, sobre todo, por la velocidad del daño. Se sabe cuáles áreas eran forestales y ya no lo son, “pero el fenómeno avanza tan rápido y en tantos lugares, que se debería mapear constantemente”.
Con los sistemas de información geográfica y con herramientas de tipo satelital se ha logrado un gran avance para reconocer e identificar zonas de conservación prioritarias, pero no es suficiente para hacer frente a la velocidad de la degradación, expuso.
Pilar Ortega aseguró que sí hay posibilidad de remediar esta situación: primero, se requiere saber cuál fue el disturbio antropogénico o proceso de degradación, como la saturación por partículas contaminantes, altas concentraciones de metales o derrames petroleros. Además, el grado o intensidad del impacto y la extensión, para luego llevar acabo mecanismos de restauración ecológica y edafológica.
Existen varias alternativas de biorremediación (con plantas y microorganismos) o remediación física y química (tratamiento y reincorporación de suelos), aunque algunas resultan muy costosas.
Por último, al hablar del Día Mundial del Medio Ambiente recordó que el planeta vive la sexta extinción masiva de especies, ahora por causas antropogénicas. Los humanos estamos terminando con las demás a través de su comercio ilegal, que se efectúa a todo nivel, y lo podemos ver en cualquier lugar.
En todos los ecosistemas hay un saqueo impresionante de flora y fauna, y eso es sólo lo evidente, lo que tenemos en listados, lo reconocido, “pero hay otra riqueza invisible a nuestros ojos: la diversidad de microorganismos del suelo, de la cual sólo se conoce el uno por ciento”.
Si realmente identificáramos al suelo como un recurso natural no renovable, se podría proteger con normatividad y prohibir su recolecta, porque “cada vez que alguien saca suelo para venderlo en costales, como tierra de hoja, se pierde una biodiversidad que ni siquiera conocemos”, finalizó la investigadora.