Este reportero es hijo de una gran maestra. La profesora Esperanza Maza Náñez, que trabajó toda su vida dedicada a niños de primaria, en tres turnos de trabajo, los dos oficiales del día y uno en la noche para regularizar a su discípulos atrasados,
Recorrió muchos municipios de los distritos del estado de Chiapas haciendo lo mismo y culminó su trabajo en Tuxtla, la capital, donde tenía a su padre y a sus hermanas. Debía dedicar sus cuidados a don Genaro quien la dejó huérfana a los 85 años, después de 30 años de viudez por la muerte de “mamá” Matilde, que así recordábamos a la abuela.
Doña Esperanza trabajó arduamente, con desvelos y largas jornadas con los niños, como lo hace muchos maestros en la actualidad sin informarle a las autoridades. Y ella todo lo hacía por el mismo raquítico salario que siempre han percibido los maestros, que en regiones pobres tienen que dedicar para ayudar a los padres de
Doña Esperanza – los padres le decían Maestra Pelancha – destinaba parte de su salario a ayudar a las familias a comprar materiales didácticos. Simplemente por vocación. Y vaya que se necesita una vocación especial para soportar a las deleznables autoridades de educación tanto en la federación como en cualquier estado federado y a las inclemencias de la carrera magisterial que no se parecen en lo más mínimo a la vida regalada que se da un secretario de educación pública y sus achichincles.
Ella también –doña Esperanza, le decía a la maestra madre – fue fundamental en mi educación de los primeros años de la primaria, junto con mi hermano, el después doctor Jesús Gilberto Gómez Maza, el primer pediatra que llegó a Chiapas allá por la mitad de la década de los 70, años, en los que mi madre salía a las calles, junto con sus cientos de compañeros del sindicato (en aquellos años el SNTE no era un gremio indigno como el de ahora) a defender sus derechos laborales.
Y todos los maestros, sobre todo los que reclaman sus derechos, señor secretario de Educación Pública, son grandes maestros, excelentes educadores que deberían de merecer vuestro respeto y nunca vuestra represión ni vuestro discurso de odio. Eso es fascismo puro. Léame y reflexione. Está usted haciendo las cosas al revés. Gracias a sus maestros usted está donde está. Gracias a sus maestros, el joven Peña es el presidente. Y en lugar de respetar a los maestros, de reconocerlos, de admirarlos, de amarlos, de preocuparse porque se les aumente sustancialmente la percepción que reciben quincenalmente por dejar la vida en una aula destartalada, porque ustedes no la arreglan, ordena usted reprimirlos con la policía y las demás fuerzas de seguridad y envía a la cárcel a quienes eligen los ciegos de los policías federales, o los encarcelan como si fueran esbirros de El Chapo Guzmán o de cualquier narcomenudista que opera en las calles posteriores a las veteranas calle de PGR en la colonia Guerrero.
Como dicen los hombres religiosos, eso que usted hace con los maestros, que están tan inconformes con su gobierno como cualquier mexicano, hasta los mismos priístas que votaron por Peña gracias a una tarjeta con tres mil pesos de depósito, no tiene perdón de dios. Yo, incrédulo, diría: eso no tiene madre. Ni Francisco Franco mandaba reprimir a los maestros.
Repítole: eso es fascismo y ustedes que presumen de progresistas, de gobierno que mueve a México. Si vieran como los ven en los países extranjeros. Los lamentan porque creyeron que iban a salvar a México y ahora se dan cuenta de que son su perdición. Le dieron en la torre a Pemex y a la economía, que no pasa del 2 por ciento, que ya es mucho, y le dieron cuello al bienestar de los trabajadores y al de los empresarios pobres los micro, pequeños y medianos.. porque están dedicados a hacerle el día los poderosos a quienes les devuelven millonadas de dinero por el IVA. Qué terrible, que vergonzoso, que condemable que sólo sirvan a los ricos muy ricos y a los desheredados los hundan más y ustedes vayan a irse a casa hinchados de dinero.
Y ya no puedo hablar de las manifestaciones callejeras que los maestros organizaron en las más importantes plazas del país como Chiapas, Oaxaca, Michoacán, Guerrero y CDMX, en ocasión de lo que ustedes llaman Día del Maestro. Carajo como por un lado se atreven a celebrar el día del maestro y por el otro a cogerlos a garrotazos, gases lacrimógenos y cárcel si los vándalos que hacen estropicios en las manifestaciones no son los maestros sino gente especializada en el crimen pagados por ustedes, algunos los llaman porros, otros anarcos.
No estoy muy seguro de que no hayan mandado policías federales de Gobernación, policías ministeriales de la PGR, granaderos del señor Mancera que quiere ser sustituto de Peña o policías estatales o los ahora ya en mando único para reprimir las manifestaciones y golpear con saña, con saña, con odio a cualquier maestro que se dejara, porque en eso sí son especialistas. Habrá algunos de cabeza facistoide que se alegren si es que mejor los matan.