Sugiere investigadora universitaria fomentar lectura en sistema educativo y ámbito familiar

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Libro lectura
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Si no se enseña a reflexionar sobre lo que se lee, entonces esa acción no es interesante, dijo. No obstante, “sí se puede decir que se tiene el hábito de la lectura cuando ésta se reconvierte y se hace propia”.

Según la Encuesta Nacional de Lectura (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2015), alrededor del 48 por ciento de los hogares mexicanos que cuentan con libros impresos poseen entre nueve y 74, excluidos los textos escolares, y casi una tercera parte (31 por ciento) tiene cinco o menos.

Además, de acuerdo con las respuestas de los encuestados, alrededor del 13 por ciento considera que leer es difícil. Los materiales que prefieren los mexicanos son los libros (57 por ciento) y los periódicos (55 por ciento). Las redes sociales se han posicionado en el tercer lugar en preferencias de lectura.

Una tercera parte de la población reporta que le gusta leer en gran medida, y cerca del 11 por ciento dice que no le gusta hacerlo en lo absoluto.

Para la experta, el acercamiento a los libros debe darse desde que somos pequeños, incluso bebés, pues a partir de entonces es posible descubrir imágenes, colores y texturas, para luego continuar con lecturas más avanzadas; sin embargo, eso no ocurre en la mayoría de las familias mexicanas.

Los padres muchas veces carecen del hábito de la lectura y no pueden inculcar el amor a los libros en sus hijos; ése es un círculo difícil de romper, abundó la investigadora universitaria.

Según el mismo estudio, ver televisión es la principal actividad recreativa de la población; más de la mitad de los entrevistados la reportó como su principal forma de entretenimiento. Leer fue mencionada por el 21 por ciento, siendo la quinta actividad más citada, por debajo de reuniones con amigos o familiares y de la práctica de algún deporte.

En el marco del Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, que se festeja hoy, 23 de abril –fecha en que se conmemora la muerte de William Shakespeare, sólo un día después de la de Miguel de Cervantes Saavedra, hace 400 años–, Torres Vargas comentó que ante esa situación un paliativo puede ser que los docentes, mediante formas pedagógicas atractivas como lecturas libres en torno a un tema, acerquen a los alumnos a las obras.

Al respecto, la propia Encuesta Nacional de Lectura señala que en la educación básica es evidente el papel del magisterio para el desarrollo de las prácticas culturales. Más de 60 por ciento de la población declaró que sus maestros los animaban a leer publicaciones distintas a las escolares, como cuentos o poesías.

“Los estudiantes deben estar conscientes de que no sólo lo electrónico es valioso y quitar de sus mentes la pereza de ir al encuentro de los libros impresos, y no esperar que éstos les lleguen siempre a través de la red”, subrayó la académica.

Mediante la lectura podemos transitar, por ejemplo, a épocas que no conocimos, pero también nos hace reflexionar acerca del presente. No sólo nos permite recrear la mente e interpretar nuestro contexto, sino alimentar el espíritu. El libro, calificó, es un importante vehículo de cultura, de sentires, de historia y de conocimiento.

En la actualidad, sin embargo, enfrenta problemas. Uno de ellos, creciente y alarmante, es la piratería; otros son el uso de contenidos sin licencia y el plagio, aunque son fenómenos difíciles de medir. En este caso, indicó, el problema no es el uso de las ideas de otros; “lo poco ético es no saber atribuir la autoría a quien corresponde”.

En cuanto al derecho de autor, Torres Vargas indicó que quienes hacen uso de él, en su vertiente patrimonial, son los intermediarios: librerías, distribuidores o grandes empresas que acaparan los contenidos digitales, y no los autores. “Hay que seguir manifestando de quién es el contenido, y que el autor tenga en sus manos el recurso económico que le corresponde”.

Aunque el crecimiento actual del libro electrónico es de sólo nueve por ciento frente al impreso, si en algún momento llegara a superar la producción digital a la de papel, no habría problema alguno. Siempre coexistirán ambas esferas del conocimiento, porque se complementan y cada una tiene su nicho, opinó.

Los libros, finalizó Georgina Torres, están siempre ahí, los tenemos a la vista y nos esperan para retomarlos, disfrutarlos e incluso, sufrirlos. A ellos les espera una larga vida.