Es sabido que el cuerpo diplomático y consular no sólo de México, sino en todos los gobiernos y países del mundo, es casi un poder autónomo, un universo aparte.
Ahí se manejan no sólo cuestiones comerciales, financieras, económicas y políticas nacionales, regionales o mundiales, sino que constituyen una red privilegiada de castas y de distribución de prebendas.
No es por ello exageración que la visión de un diplomático se asocie al esmoquin y al bombín, a fiestas fastuosas en residencias impensables, donde se entreveran arreglos, traiciones y espionajes de todo tipo.
A la llegada del PAN al poder en el 2000 con Vicente Fox a la cabeza, inició un grosero desplazamiento de embajadores de carrera que lograron y mantuvieron en un nivel muy alto a la diplomacia mexicana, con principios que se hicieron predominantes como la Doctrina Estrada en la relación entre otros países, para la colocación de parientes y amigos, compadres y compromisos inconfesables.
Fox y Calderón colocaron así a una serie de muy cuestionados personajes sin carrera diplomática alguna y sin casi experiencia ya no digamos consular, sino de vivencias en el exterior.
Así a España fue a dar Gabriel Jiménez Remus, un abogado que había sido diputado y alcalde en su natal Jalisco, pero que de embajadas no sabía nada.
A este lo sustituyó el coahuilense Jorge Zermeño, que al llegar a la embajada en Madrid se alquiló un palacete donde le gustaba andar, según relatos de un reportaje en famosa revista de sociales, en un carruaje tipo Maximiliano.
Y este fue luego relevado por el exgobernador de Jalisco Francisco Ramírez Acuña quien no tenía más mérito que el de haber sido quien “destapó” a Felipe Calderón como aspirante a la presidencia de la República.
El trasnochado chihuahuense Francisco Barrio fue colocado en la embajada de Canadá, donde le explotó en las manos el asunto de la imposición de visas a los mexicanos.
Luis Felipe Bravo Mena, exsecretario de Felipe Calderón y presidente de paso del PAN, fue enviado al Vaticano para luego ser relevado en el cargo por otro panista de cepa, el guanajuatense Federico Ling Altamirano, ambos cercanos al Yunque.
EL GOLPE
Como Usted sabe, México tiene 75 embajadas, 69 consulados, 7 misiones ante organismos multilaterales y 3 oficinas de enlace, que en total suman 154 representaciones diplomáticas en el exterior.
De todas ellas, y luego de haber hecho cambios en la mayoría de las embajadas, cuando menos en las más importantes, y haber jubilado así a los panistas en cargos diplomáticos, el presidente Enrique Peña Nieto dio ayer lo que pudiera considerar como el último gran golpe para hacerse del control total del cuerpo diplomático y consular de México en el exterior.
Es así que la canciller Claudia Ruiz Massieu informó que ha enviado al Senado de la República los nombramientos presidenciales de seis nuevos embajadores, catorce cónsules generales y 16 para sustituir a otros tantos en diferentes plazas esencialmente en Estados Unidos.
Como nuevos embajadores Peña Nieto propone para Polonia a Alejandro Negrín Muñoz; para Cuba a Enrique Martínez y Martínez ex titular de Sagarpa y exgobernador de Coahuila; para Tailandia a Jaime Virgilio Nualart Sánchez; para Trinidad y Tobago a Jesús Alberto López González; a José G. Trasloceros Hernández para Nueva Zelandia y a Alicia Guadalupe Buenrostro Massieu para Austria.
Como representante de México ante la Organización de los Estados Americanos, la OEA a Luis Alfonso de Alba Góngora, y para
la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura, la UNESCO, con sede en París, a Andrés Isaac Roemer Slomeanski.
Como cónsules generales, designó a: Marcela Celorio Mancera, San Diego, California; Francisco Javier Díaz de León, Atlanta, Georgia; Emilio Rabasa P. Gamboa, Boston, Massachusetts; Francisco de la Torre Galindo, Dallas, Texas; Marcos Augusto Bucio Mújica, El Paso, Texas; Ricardo Santana Velázquez, Nogales, Arizona y a Claudia Franco Hijuelos, Phoenix, Arizona.
De igual manera a María de los Remedios Gómez Arnau, Raleigh, Carolina del Norte, EU; Gemi José González López, San Francisco, California; Héctor Eduardo Velasco Monroy, San Antonio, Texas; Diego Antonio Gómez Pickering, Nueva York, Nueva York; Ana Berenice Díaz Ceballos Parada, Vancouver, Columbia Británica; Margarita Pérez Villaseñor, Sao Paulo, Sao Paulo y a Carlos Ignacio Giralt Cabrales, en Guanzhou, China.
Como cónsules de carrera a Juan Carlos Cué Vega, en Brownsville, Texas; a Carlos Gustavo Obrador Garrido, en Del Rio, Texas; a Alicia Guadalupe Kerber Palma, en Filadelfia, Pensilvania; a David Manuel Preciado Juárez, en Fresno, California; a Alfonso Navarro Bernachi, en Kansas City, Kansas; a Alejandro Madrigal Becerra, en Las Vegas, Nevada; a Rodolfo Quilantan Arenas, Little Rock, Arkansas; a Julián Adem Díaz de León, en Milwaukee, Wisconsin; a Carlos Ponce Martínez, en Nueva Orleáns, Louisiana; a Roberto Rodríguez Hernández, en Oxnard, California; a Jacob Prado González, en Portland, Oregon; a Gerardo Guerrero Gómez, en Saint Paul, Minnesota; a Javier Chagoya Romero, en Salt Lake City, Utah; a Salomón Rosas Ramírez, en San Bernardino, California y a Roberto Dondisch Glowinski, en Seattle, Washington.
En la documentación que fundamenta las designaciones, se explica que en todos estos cambios “han sido tomados en cuenta diversos aspectos, tales como la trayectoria y el buen desempeño de los funcionarios y el tiempo que se han mantenido en su encargo” y que corresponden a miembros del Servicio Exterior Mexicano (SEM) y a funcionarios “que cuentan con una amplia experiencia representando a nuestro país en el exterior”.
Lo cierto es que al menos yo no recuerdo un bloque de cambios como este, donde prácticamente se renuevan la mayoría de los consulados de México en Estados Unidos.
A juzgar por nombres y trayectorias, casi todos las designaciones corresponden a personajes ligados a la diplomacia y sólo algunos podrían ser señalados como compromisos presidenciales, a saber el de Martínez y Martínez a quien Peña Nieto había dejado sin trabajo para darle esa cartera al exgobernador de Querétaro al economista José Calzada.
BELTRONES EN VERACRUZ
El líder nacional del PRI, el sonorense Manlio Fabio Beltrones se metió ayer a esa boca del lobo que es hoy Veracruz, donde de nuevo exhoneró de todo lo que se le acusa al gobernador Javier Duarte y donde ahora advierte que Miguel Ángel Yunes no tiene calidad moral para acusar de nada el mandatario saliente.
De las constantes denuncias que Miguel Ángel Yunes hace a Duarte, indicó:
“Habrá de responderse por ellas en el espacio adecuado, y hay denuncias penales hechas en contra de Miguel Ángel Yunes por otros actores fundamentales que están en la Procuraduría General de la República, por enriquecimiento inexplicable, sobre las cuales deberá responder Miguel Ángel Yunes.
“Vamos, no puede gritar nadie que el otro es corrupto, mientras no aclare que él está limpio. Eso es por principio”.
De visita casi sorpresiva “para acompañar a Héctor Yunes”, candidato del PRI a gobernador en Veracruz, Beltrones agregó:
“De los resultados de la Auditoría Superior de la Federación (que señalan a Javier Duarte como presunto desviador de fondos federales), no hay ningún estado, ni ningún gobernador que haya sido anotado en la misma auditoría, que no esté sujeto a presentar lo que son sus cuentas públicas claras”.
El sonorense consideró que así como esa auditoría señala las desviaciones de Duarte, también advierte de las cometidas por los mandatarios de Puebla, Tabasco, Chiapas y Tamaulipas.
Agregó: “el gobernador Javier Duarte ha hecho su trabajo y durante los siguientes años habrá quienes hablen ben y otros que hablen mal de su gobierno…
“El caso es que ahora Miguel Ángel Yunes recurre a una alianza del PAN y el PRD para intentar ganar. Y estos partidos consiguen con él a un candidato del PRI, al que el PRI nunca haría candidato a gobernador. El PRI nunca lo hizo candidato a gobernador”, subrayó.