Llevan años presumiendo los funcionarios mexicanos que la economía nacional crecerá 2.5 por ciento. Pero de ello ya llovió. Y los crecimientos trimestrales son más que mediocres. La economía registró un crecimiento anual de 2.5% al cierre de 2015, según las cuentas del INEGI.
El resultado del PIB estuvo en línea con el pronóstico de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) para el crecimiento de la economía mexicana en 2015, de un rango de 2.0 a 2.8%, así como el del Banco de México (Banxico), de un intervalo de 1.9 a 2.4%, y el 2.5% previsto por analistas para todo el año pasado.
Las actividades primarias relacionadas con las producción agropecuaria, reportaron un retroceso de 1.9% en el cuarto trimestre de 2015 respecto al trimestre inmediato anterior, retroceso superior al 1.7% reportado de forma preliminar.
Con ello la tasa anual en el trimestre fue de 2.9%, con lo que el crecimiento en todo el año se ubicó en 3.1%.
Las actividades industriales, que comprenden la industria minera, manufacturera y de la construcción registraron un retroceso trimestral en el último cuarto del año pasado de 0.4%, retroceso mayor al nulo crecimiento reportado inicialmente.
Producto de lo anterior, el incremento anual en el cuarto trimestre del año pasado se ubicó en apenas 0.2%, y la variación del PIB para todo el año en 1%.
Finalmente las actividades terciarias, que tienen que ver con el comercio, transporte y otros servicios, terminaron el año pasado con un crecimiento trimestral de 0.9%, tal como se había anunciado de forma preliminar. De esta forma, el incremento anual en el cuarto trimestre fue de 3.7% y el crecimiento del PIB en todo el año llegó a 3.3%, todo ello con cifras ajustadas por estacionalidad.
Pero qué fue lo que ocurrió a los mexicanos que tuvieron un auge fantástico con aquel “desarrollo estabilizador”, que en esencia partía del hecho de que había una vicepresidencia económica: la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. En la práctica, el Desarrollo Estabilizador fue una división del trabajo entre el gobierno, por una parte y, por la otra, los empresarios, los obreros (incluyendo maestros y burocracia) y los campesinos –a los banqueros–, se comprometían a invertir, y mucho, y a cambio de ello tendrían utilidades considerables. El gobierno les daría el apoyo necesario, incluyendo todo tipo de subsidios, para que así fuese. El sistema tributario no gravaría en exceso a las utilidades de sus empresas y los intereses y los dividendos mantendrían su carácter de ingreso personal anónimo para fines tributarios. La industrialización del país, que llevarían a cabo fundamentalmente los particulares con el apoyo del sector público, se desenvolvería, en el capítulo de las manufacturas, bajo un rígido sistema de protección (tarifas y controles cuantitativos) frente a la competencia del exterior.
A cambio de todo ello, los empresarios se comprometían a dejar en manos del gobierno (en realidad en manos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público) todo lo relacionado con la definición de la política económica y social y ciertas actividades clave para el desarrollo nacional (i.e., energéticos). De surgir algún conflicto, se resolvería en los corredores de Palacio Nacional (domicilio de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público). De no llegarse a un acuerdo, se acudiría al árbitro de última instancia, el Presidente de la República.
Una clara y reveladora expresión de la política de gobierno en materia económica fue la que se precisó en un comunicado conjunto, de 1960, en el que los secretarios Ortiz Mena, de Hacienda, y Raúl Salinas, de Industria y Comercio, ofrecieron a los empresarios todo tipo de garantías, incluyendo la que si sus empresas llegaran a quebrar, el Estado intervendría para salvarlas.
A los propietarios agrícolas y ganaderos en buena medida, pero también, en alguna proporción, a los campesinos (ejidatarios y comuneros) organizados en la Confederación Nacional Campesina (CNC) se les ofrecía confianza y garantías a la pequeña (y a la no tan pequeña) propiedad, precios de garantía, sistemas de almacenamiento, crédito creciente en términos razonables (con tasa de interés subsidiada), extensas tierras con agua asegurada (distritos de riego), apoyos de todo tipo para mecanizar y tecnificar los cultivos. A cambio de ello, los campesinos se comprometían a trabajar y mantener seguridad y paz social en el campo.
El gobierno hizo lo posible para que la estabilidad política y el crecimiento económico se apoyaran mutuamente. La primera, al permitir sostener políticas de promoción a largo plazo y, el segundo, a su vez, al hacer que la situación de todas las clases sociales tendiera a mejorar a pesar de las desigualdades en la distribución del ingreso. La clave de ese logro, residió en el aprovechamiento de una estructura, una tradición y un arte políticos que no estuvieron meramente al servicio de la clase dominante, si bien promovieron con gran eficacia los intereses de ésta, y que se pudo aparecer ante otras clases como capaces de velar también por sus intereses, aunque el proceso económico, internacional e interno, hiciese que esto último fuese relativamente menos efectivo.
La etapa del desarrollo estabilizador fue la continuación de una política proteccionista y de gran intervención del Estado como agente económico en la promoción del sector industrial, iniciada en los años posteriores a la Revolución mexicana y a la Segunda Guerra Mundial. La estrategia se basó en una aceleración selectiva del gasto del gobierno, principalmente hacia el fomento de la industria interna. La política comercial, para el logro del objetivo del equilibrio en la balanza de pagos se basó en no devaluar nuevamente el peso, como se había hecho varias veces en años anteriores, si no en la utilización del endeudamiento externo a largo plazo, para complementar los recursos que antes aportaban las exportaciones. Se decidió no utilizar la tasa de cambio como mecanismo de ajuste al desequilibro externo (aceptándose la continuidad del mismo) y apoyarse principalmente en el capital extranjero (inversión extranjera directa y deuda externa) como fuente de financiamiento del déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos. “El logro del modelo de crecimiento estabilizador fue haber alcanzado un equilibrio interno completo (crecimiento con estabilidad de precios), a costa de un continuo y permanente desequilibrio externo, financiado con capital extranjero y un creciente déficit gubernamental (del gobierno federal y empresa públicas) financiado con endeudamiento interno y externo”. En resumen, la estrategia, es decir la dirección y metas de política se orientaron a atacar la brecha ahorro inversión, y se aceptó como dada la brecha comercial, apoyándose en el capital extranjero para financiar dicho equilibrio. El crecimiento sostenido durante ese periodo costó generar condiciones, para los años subsecuentes, de concentración y control por parte de la inversión extranjera del sector más dinámico de la economía, la producción manufacturera. Un elevado endeudamiento y un creciente déficit gubernamental.
El desarrollo estabilizador o Milagro mexicano fue un modelo económico utilizado en México desde 1954 hasta 1970. Las bases de este modelo radican en buscar la estabilidad económica para lograr un desarrollo económico continuo, la estabilidad económica refiere a mantener la economía libre de topes como inflación, déficit en la balanza de pagos, devaluaciones y demás variables que logran estabilidad macroeconómica. El periodo en el que se manejó el modelo en la economía nacional abarca los sexenios de Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz.. El artífice se llamó Don Antonio Ortiz Mena, un gran visionario, a quien yo tuve el privilegio de entrevistar para la revista Proceso en Río de Janeiro.
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