Ha trascendido en medios y cuartos de oración que la predicación religiosa pasa a último término, pues en rigor de verdad el Papa Francisco viene a México a hacer política, mucha política, política pura; pues supone que el Diablo gobierna y lo encarna un malévolo joven dinosaurio del PRI.
Que al venir al País va incidir en política, el jerarca de la Iglesia Católica, Apostólica y Románica deja en claro que está inconforme con la violenta situación prevaleciente y creciente, con un latente y dual sentimiento de malestar e insurgencia, como en la víspera de la caída de la Unión de Repúblicas Sovieticas-Socialistas, que arrojó la cruenta balcanización.
Que el sumo pontífice en El Vaticano de origen argentino, Jorge Bergoglio a semejanza e imagen de su antecesor de origen polaco Karol Woytila, viene al territorio mexicano a hacer política italiana al estilo de Nícolo il Macchia del siglo XVI, so pretexto de hacer un exorcismo nacional para sacar al Diablo de México en el siglo XXI.
Que esto será así tras el buen éxito que tuvieron los exorcistas-vaticanistas que hicieron su mística o esotérica labor en Culiacán, a donde fue erradicada la presencia de la narco-violencia tras la caída en Los Mochis del agro-industrial exportador Joaquín Guzmán Loera (a) El Chaparro o Chapo.
Que Bergoglio también viene a México a exigir cuentas al purpurado duranguense, precisamente originario del Triángulo Dorado Mexicano: Norberto Rivera Carrera, que en los dos últimos cónclaves cardenalicios en El Vaticano, estuvo a punto de adquirir cash el Papado, habiendo metido la duda irracional e insidiosa o ambiciosa entre los electores de Benedicto XVI y del mismísimo Francisco Primero, quien ahora se pregunta ¿Quién patrocina realmente al arzobispo primado de México?
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