Ana Juana Ángeles Valencia señaló que los sismos de 1957 y 1985 marcaron un antes y un después en la manera de construir viviendas en la capital del país. Ahí tenemos a los ingenieros militares retirados, conformados en una Asociación Civil, que cuentan con la experiencia necesaria para poner en práctica esta disciplina de la Rigidización del Suelo a través de la inversión de esfuerzos.
Explicó que esta tecnología se conoció luego de analizar los errores cometidos en la construcción de viviendas con base en los reglamentos de 1948 y el de 1976, donde la conformación del suelo es sólo un requisito y no el protagonista de la seguridad de las construcciones, de ahí que los hundimientos y deformaciones del subsuelo granular y arcilloso se acrecienten con el paso del tiempo.
A la fecha, aseguró, se le da más importancia a la arquitectura, a la estética, que a la ingeniería y a la seguridad de las personas. Se piensa que a mayor cimentación mejor desplantados quedarán las edificaciones de más de cinco niveles.
En ese sentido, consideró que los proyectos de vivienda de interés social y popular han disminuido considerablemente al registrarse 50 mil acciones de vivienda en lo que va de la actual administración del Gobierno central.
En contrapartida, agregó que en el DF hay 12 mil 714 edificios localizados en la zona de más riesgo sísmico, que se localizan en las delegaciones Benito Juárez, Cuauhtémoc, Venustiano Carranza, Azcapotzalco y Miguel Hidalgo creadas por consorcios nacionales y extranjeros, las que además han dañado severamente el entorno ecológico, movilidad, asentamientos humanos, mantos freáticos y principalmente a las construcciones con mayor antigüedad en la ciudad de México.
Insistió que los sismos de 1957 debieron marcar la pauta para que la ingeniería civil diera un salto importante en materia de construcciones y no se hizo sino 48 años después, cuando se tomaron en cuenta disciplinas como la hidrología, geodinámica, geotecnia y el desarrollo histórico del subsuelo de la Cuenca del Valle de México, destacó.
Precisó que si bien los daños fueron menores a los registrados en 1985, dejaron al descubierto que la conformación rústica del suelo granular o arcilloso tendría que consolidarse para resistir los movimientos telúricos fuertes, al recordar que la capital del país se asienta en suelo altamente sísmico.
En esos tiempos, afirmó, no se tenían los conocimientos suficientes para asegurar que la consolidación del suelo tendría un protagonismo por encima de otros aspectos que intervienen en los procesos de la construcción.
Ambos acontecimientos telúricos orillaron a varios científicos mexicanos a investigar las causas por las que se cayeron varias construcciones y otras quedaron de pie en el mismo perímetro, inclusive una junto a la otra, una de pie y la contigua derrumbada, precisó.
Hizo notar que los científicos se dieron cuenta que muchas edificaciones habían sido construidas sobre grietas, socavones y suelos granulares que se fueron acrecentando conforme se extrajo agua de los mantos freáticos, muchos de ellos con una profundidad de no más de 30 metros; profundidad calculada para cimentar construcciones de más de seis niveles, por ejemplo.
Explicó que la deshidratación del subsuelo generó oquedades y al respecto dijo que se debe pensar que el agua abarca un lugar en el suelo, que al ser extraída nada ocupa su lugar y frente a movimientos telúricos constantes las diferentes capas del subsuelo se acomodan y dejan socavones rellenos de aire solamente.
Esta deformación de los suelos debilita las cimentaciones de manera irregular y mientras más peso tienen, más pilotes de soporte se utilizan, más rápido se hunden y, en tal sentido, se pierde la vertical, se pierde el nivel de seguridad y, al menor movimiento telúrico, las construcciones se debilitan, aseveró.
En ese sentido, reveló, las mecánicas de suelo deben ser más precisas donde la hidrología, la geología y los antecedentes históricos del subsuelo de la Cuenca del Valle de México sean estudiadas por ingenieros que se hayan desempeñado al menos cinco años ininterrumpidos en cada una de estas especialidades.
Afirmó que para alcanzar una experiencia completa y confiable, al menos el científico debió haberse desempeñado cinco años por disciplina, llenado de polvo y lodo las suelas de sus botas en la arcilla y conjuntar toda su experiencia para obtener soluciones duraderas, económicas y seguras.