Nunca vamos a ponernos de acuerdo los economistas del sistema neoliberal y los periodistas que palpamos la lacerante economía de los trabajadores.
Los trabajadores son un factor tan importante, para crear la riqueza, como el capital en manos de unos cuantos suertudos. Y miren que no se llevan bien con la vida medianamente buena; menos podrán arrimarse, nunca jamás, a la riqueza con la que se ayuntan unos cuantos que se adueñaron de la madre Tierra y sus recursos, que deberían ser, por principio, para todos.
Ésta es una de las grandes contradicciones que han llevado, en muchas ocasiones, a la confrontación violenta, a las guerras, a las conflagraciones mundiales. Como ahora en el próximo oriente, donde las potencias de la destrucción han decidido avasallar a un pueblo que se debate entre la ansiedad y la depresión, entre la pobreza miserable y el hambre, habituados ya a no comer, y la imposibilidad de sobrevivir si no es huyendo a países europeos en donde son rechazados.
Y se quedan atrapados y sin salida entre el rechazo de la Unión Europea y la amenaza de muerte de los extremistas del ISIS y los bombardeos perpetrados por el socialista de lengua, François Hollando, con el apoyo del otrora admirado Vladimir Putín.
Pero tendremos, por el momento, que aceptar sin conceder. Es el caso de la más reciente evaluación del Fondo Monetario Internacional en torno de la, para mí y sobre todo para los trabajadores, maltrecha economía real del país.
Dice los optimistas fondomonetaristas que sí, que México afronta riesgos externos significativos que auguran un crecimiento de la economía “menor a lo esperado”. Pero que la economía mexicana, a pesar de las condiciones externas desfavorables, “continúa creciendo a buen ritmo…”…
Guau. La verdad es que estamos hablando lenguajes diferentes y contradictorios. A un empleado medio, que inclusive recibe un “buen” salario como profesional, híjole, lo que recibe por su chamba no le alcanza para mucho. Sólo para lo más indispensable. El fisco le rebana una importantísima porción de su ingreso.
Ya no hablemos de los millones de empleaditos, de obreros, de servidumbre. Estos apenas viven rallando la frontera entre la real pobreza y la miseria. Y apenas comen cosas engordadoras que, además de que no los alimentan, los colocan entre los obesos de la tierra.
Es muy posible que el Fondo Monetario se refiera a la economía de quienes detentan el factor capital. A esos obviamente que les va bien en esta horrorosa carrera en la que para triunfar se aplastan cuerpos, se quiebran caderas, se rompen costillares, se cercenan cabezas, se rompen cráneos, aunque en la meta los protegidos de Fortuna se hallen con que no hay más que soledad y nada.
Pero no todo es miel sobre hojuelas para los miembros de la plutocracia. La economía, según las estimaciones del FMI, sólo va a crecer 2.25 por ciento. O sea que nada. Que sigue en las mismas, Que de nada sirvieron los buenos propósitos de mover a México, exteriorizados hace tres años, en su inauguración, por Peña Nieto. Ni para las flores. Ni para ir a apostar a las Vegas. Esto está jodido para los empresarios, no los grandes; la mayoría que son medianos, pequeños y micro, o los que lograron sobrevivir después de que a los negociantes de la legislación les dieron luz verde a Videgaray para hincarles los dientes a los verdaderos empresarios.
Y ya no vamos a hablar de los trabajadores, la inmensa mayoría, entre los apretones de cinturón y el hambre o el mal tragar. Maltragar porque en medio de la descapitalización no se come, no se alimenta uno. Se traga lo que sea.
Pero bueno. No va a cambiar nada en este mundo matraca. Llevamos la historia del mundo. Desde que el hombre apareció en la superficie de la tierra. No va a pasar nada.