Los pobres les valen un pito

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Recorte
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¿Cuándo le ha importado al gobierno, concretamente a sus planificadores y presupuestadores, la pobreza y la desigualdad?

Jamás.

Les preocupa infinitamente más pagarle a los acreedores del exterior, y que los pobres muéranse de hambre, que al fin y al cabo no nacieron en Atlacomulco, en Toluca o en el estado de Hidalgo, por cierto uno de los lugares más jodidos del país junto con las zonas indígenas del estado de México.

Y no podía ser distinto en el espíritu del presupuesto federal para 2016 que está por “discutirse” en el pleno de la Cámara de Diputados durante la semana que se inaugura este domingo.

Y como muestra un botón. El mismísimo presupuesto de egresos de la federación para 2016, que en vez de privilegiar la inversión productiva, para salir de la crisis económica y afrontar la demanda de empleo, privilegia el gasto corriente, improductivo, así como el pago del servicio de la deuda pública sacrificando los recursos que pertenecen a los pobres y hambrientos.

Fíjese, por ejemplo, como lo asegura, y con justa razón, como poniendo los puntos sobre las íes, el señor hoy por hoy Chucho de Chuchos, don Jesús Zambrano Grijalva, presidente de la LXIII Legislatura de la Cámara de Diputados, en momentos de desaceleración de la economía, debe haber inversión en infraestructura, fondos productivos y no en gasto corriente, rubro que tiene un incremento de casi 55 mil millones de pesos para el año próximo.

El gasto en materia de economía implica el desembolso de una suma de dinero que se destina a saldar una compra o bien a pagar a un proveedor, entre otros. En tanto, un gasto corriente es aquel que efectúa un estado con la misión de contratar personal o, en su defecto, aquel destinado a la compra de insumos, bienes y servicios que son esenciales para llevar a cabo de manera satisfactoria las funciones de administración que le caben desplegar. Es decir, el gasto corriente está especialmente vinculado con la producción y el consumo que efectúa el estado de cuestiones específicas como ya mencionamos, pagarle al personal que contrata o pagar aquellos productos y servicios que necesita.

Pues así es, amigos. A los gobernantes lo que les importa es que las grandes cuentas – lo que antes llamábamos “las cuentas nacionales” les cuadren sobre todo porque en eso se fijan los censores del Fondo Monetario Internacional para ponerse a disposición del gobierno y agarrarle los cuernos al toro en caso de una crisis de pagos. Pero seamos honestos, ni a Peña Nieto, ni a Agustín Carstens y menos Luis Videgaray les importan los pobres, aunque su discurso sea demagógicamente populista (igual que el que le critican al señor López), porque de hipocresía en simulación somos campeones mundiales.

Y luego el mito de la austeridad en el presupuesto. Pero quién cree en esa simulación. El simple hecho del incremento del gasto improductivo (el gasto corriente) le dice que la austeridad es una vacilada. Y sí plantean un recorte de 178 mil millones de pesos en actividades productivas, generadoras de fuentes de trabajo, como la infraestructura carretera, la aeroportuaria y los caminos rurales, indispensabilísimos para sacar a la economía del atolladero en que se encuentra desde que se inauguró la administración de Peña Nieto.

Y respecto a Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad y reformadas y puestas al servicio de los grandes capitales nacionales y del exterior, pareciera que quisieran darles en la madre para que de una vez las rematen con algún petrolero de esos viejos gordos lujuriosos del oeste estadounidense.

Todo lo recortan, todo lo social, todo lo humano, todo lo que representa lucha contra la pobreza y la desigualdad. La educación, con reforma educativa y todo, y con un delfín que empieza a prepararse para sentarse en la silla cuando la tenga que dejar Peña Nieto, es un rubro muy afectado.

Y qué decir de las actividades campiranas, la agricultura y la ganadería,  hoy por hoy uno de los endebles pilares de esta economía casino muy venida a menos, casi al borde de la quiebra.

De todo un mucho, la deuda, los gastos del presidente, de los secretarios de estado, de los grandes partidos políticos etcétera son los privilegiados. A los trabajadores, como dicen en Tuxtla, que se los coma el chucho (el perro salvaje).

Y entonces, ¿qué hacemos con los pobres? ¿Qué hacemos con los desiguales?

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