Por qué esta historia cotidiana, registrada en las páginas de la prensa escrita y en los tiempos y espacios de la televisión y la radio, y también en buena parte de las llamadas y de moda redes sociales, tiene que ser cocinada entre las malas vibras, el sojuzgamiento, la exclusión, el racismo, los resentimientos, el miedo, y hasta el pánico, y concretarse en tragicomedia, cuando no en tragedia fatal sólo digna de las horrendas páginas de una prensa muy cercana a la pornografía.
Usted y yo la leemos en los periódicos impresos, en la televisión, en la radio, y en cuanto órgano de difusión o de comunicación se expende en este mundo cruel, en donde se ensaña el hombre con el hombre, y donde el hombre es lobo del hombre.
Es de sufrir la lectura de las notas periodísticas: asesinatos, secuestros, violaciones de niños, robo, asaltos, feminicidios y todo lo que pueda imaginar la perversidad humana. A veces, y diría que casi siempre, la tragedia norma la vida, las relaciones humanas, más allá de la cordura que tendría que ser el modus operandi del ser consciente, del humano civilizado. Pero en realidad se actúa al cobijo de la impunidad.
El cinismo en nuestra sociedad, en la relación entre sexos, entre “amistades”, entre sociedad y gobierno, se ha convertido, a estas alturas de la historia, en una filosofía de vida de la imbecilidad colectiva.
Veamos una página de periódico impreso en un domingo cualquiera:
Corrupción mueve 2 mil millones de dólares en el mundo, denuncian FMI y BM.
Rescatan a 49 víctimas de explotación en Iztapalapa. Sonora: decomisan más de una tonelada de marihuana.
“Justificado” tiroteo contra niño negro en Cleveland.
Y en política, informaciones manipuladas como las cuestionadas bondades del acuerdo Transpacífico, que normará las relaciones comerciales de un buen número de economías asentadas en la enorme cuenca del Pacífico.
Y eso que es un domingo tranquilo en las redacciones de los medios informativos, en los que se destaca el cacareo oficial en torno al asunto de la desaparición de los 43 estudiantes normalistas hace poco más de un año en Iguala, Guerrero.
Llama la atención la aparente disposición oficial, que huele más a simulación, a esclarecer el caso Ayotzinapa, cuando es de todos sabido que desde un principio las autoridades sabían claramente la suerte que corrieron los jóvenes secuestrados, como lo testificó el padre Alejandro Solalinde.
No estoy seguro de que una fiscalía especial para “investigar” el asunto sea un buen camino. Es sólo una faramalla para darle atole con el dedo a los sectores populares que acompañan a los padres y familiares de los 43 y para acallar conciencias y malas lenguas de la prensa nacional, pero sobre todo la internacional.
Y todo gira en torno a la manipulación de las conciencias. Exaltar, por ejemplo, la figura de El Bronco, como un símbolo de la democracia, cuando en verdad tal fenómeno está inmerso en la estrategia oficialista para embaucar a una buena porción del electorado. Es parte de la simulación, como lo es la democratización de las elecciones, o la lucha contra la corrupción, o la transparencia de las instituciones.
Huele a manipuleo la publicación, por ejemplo, del expediente del caso Iguala. Quién se va a meter a ese maremagnun de declaraciones e interpretaciones que están registradas en 85 tomos y 13 anexos. Están loquitos.
Pareciera mentira, pero todo está preconcebido por la estrategia del miedo. Para manipular conciencias.
A desfondo: No se olvide, estimado amigo ex alumno de la septién que el próximo jueves 15 a las 19 horas, en la Capilla Alfonsina, se celebrarán los 100 años del natalicio del profe Alejandro Avilés Insunza.
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