En aquellos años de los finales de la década de los ochenta muchos mexicanos, luchadores de primera línea, provenientes de todas las corrientes democráticas de izquierda, aunque jaloneadas por cuadros progresistas emanados del partidazo, del Carro de la Revolución Mexicana, abrigaron un sueño: imaginaron que México estaba ya listo para la democracia.
Hasta ese entonces, 1980 y tantos, el partido de Estado era la expresión neta y pura de la dictadura “revolucionaria”, producto de una bola que dirigieron las clases dominantes, encabezadas por su ícono, Francisco Indalecio Madero, inspirado por sus antepasados a través del Espiritismo, para perpetuar su poder con la máscara de una Revolución que nunca llegó al fondo, a la raíz de las injustas e inequitativas relaciones de producción entre los mexicanos que lo tienen todo y los que sólo disponen de sus manos para el trabajo.
Un grupo de demócratas, harto de la simulación, rompió con el PRI, emanado de la calenturienta imaginación de Plutarco Elías Calles, y convocó a las izquierdas, incluido el aggiornado Partido Comunista Mexicano, hasta entonces víctima de la sanguinaria persecución de los gobiernos revolucionarios, para luchar por la democratización de la vida de la sociedad mexicana.
Desde el Frente Democrático Nacional, los rebeldes lograron que el viejo PRI les robara el claro triunfo en las urnas de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano sobre Carlos Salinas de Gortari, un personaje diabólico que se entronizó, en Los Pinos, no obstante haber perdido la batalla electoral en las urnas. Manuel Bartlett Díaz sabe mucho más porque fue el que le hizo el trabajo sucio al PRI desde la Comisión Federal Electoral manipulada por la Secretaría de Gobernación, de la cual él era titular.
Indudablemente que México aún era el botín de los sucesores de los infames caciques de la Revolución como Venustiano Carranza y Álvaro Obregón. Los verdaderos revolucionarios fueron liquidados en el proceso. Francisco Villa fue asesinado en el norte. Emiliano Zapata, en el sur.
Pero los nuevos rebeldes no cejaron y concibieron la creación de un llamado Partido de la Revolución Democrática, que a base de una lucha frontal en los frentes electorales sustituiría a la dictadura perfecta del PRI. Este era el mandato.
(Abono a la calificación otorgada a México por el escritor peruano Mario Vargas Llosa. Aunque los dictadores ser ofendieron, el desde hace tiempo súbdito de los reyes de España tenía toda la razón. México era (es aún y lo seguirá siendo) una dictadura perfecta.)
Desde sus principios el perredismo entró en el resbaloso terreno de los grupos y grupúsculos, de las tribus como les llaman ellos. No se disciplinaron a una sola ideología y a una sola praxis. Los diversos grupos comenzaron a luchar por sus propios intereses dentro de la estructura del partido, hecho que lo debilitó ideológica y políticamente para hacer frente al adversario que era el sistema político y dentro de él al aún partido de estado, que continuó con las viejas prácticas corruptas de compra de votos y chanchullos a la hora de contarlos, exactamente como ocurrió este domingo 19 de julio en las elecciones de Chiapas, en donde el gobernador Manuel Velasco Coello echó el erario por la ventana para obtener el carro completo en los 122 municipios, menos 12 donde su partido fue castigado. Y pongo el ejemplo de Velasco Coello, del Partido Verde, porque éste es un tentáculo del Gran Pulpo tricolor, manejado directamente por el presidente de la república.
Los de la llamada Revolución Democrática no lograron hacer realidad su sueño original. Es más fueron atrapados, cooptados por la dictadura. Llegó un momento en esta historia en que el perredismo actuó exactamente con todas las mañas antidemocráticas del viejo PRI. El mismo PRI antidemocrático pero con las siglas del PRD.
Los perredistas se aliaron con las clases dominantes, Su lacayismo se hizo más pronunciado desde que entró a Los Pinos el señor Peña Nieto, a quien obedecieron cual perritos falderos.
Fueron aliados en el Pacto por México y en la simulación democrática por dotar a México de una estructura legislativa acorde con el nuevo porfirismo de la clase política dominante, que no sólo se fortaleció con los mandatos del neoliberalismo del Fondo Monetario Internacional, sino que escarbó en la tumba del viejo dictador en el parisino cementerio de Montparnasse.
Pero la vida cobra caro los yerros humanos. Y el desgajamiento del radicalismo tropical le hizo una dolorosa mella al cuerpo ya en decadencia del PRD. Morena estuvo a punto de borrar del mapa al PRD en el Distrito Federal, en donde le ganó las posiciones más importantes, como la más importante que es la delegación Cuauhtémoc, insignia de los poderos federales, estatales, económicos, financieros, comerciales, diplomáticos de la nación. El casero del gobierno federal, en los tres años venideros, será Morena, de Andrés Manuel López Obrador.
Y los descalabros del perredismo se pusieron a la orden del día en las más recientes elecciones intermedias. Como lo ha documentado el diario capitalino El Universal, de la familia Ealy Ortiz, de los 17 estados que celebraron elecciones, el PRD sumó derrotas importantes y se quedará sin registro como partido en Nuevo León y Colima, al no conseguir más de 3% de la votación total. Además, en Baja California Sur desapareció la fuerza municipal del PRD, toda vez que perdieron en los cinco municipios en juego.
En una de las entidades con mayor peso electoral del país, Nuevo León, el PRD tuvo la peor votación de diputados locales. Sólo consiguió que votaran por sus legisladores un total de 44 mil 433 neoleoneses, lo que significa 2.13% de la votación total.
El Consejo general del Instituto Electoral del Estado de Colima (IEE) determinó cancelar el registro del PRD. En las votaciones a diputados locales de Colima los perredistas únicamente obtuvieron 8 mil 367 votos, lo que significa 2.80% de la votación total, que fue de 298 mil 162 sufragios en la elección a diputados locales de mayoría relativa. En los resultados de los comicios para gobernador el PRD tampoco pudo alcanzar el porcentaje al tener sólo 1.95% de la votación, es decir, 5 mil 878 de los 299 mil 926 votos totales.
Datos de la Asociación de Autoridades Locales de México A.C. (AALMAC) detallan que en Baja California Sur el PRD perdió todas las alcaldías. Tampoco gobierna municipios de entidades como Baja California, Colima, Nayarit, Querétaro, Quintana Roo y Tamaulipas. En Coahuila y Chihuahua únicamente gobierna un municipio por entidad. De los más de 2 mil 400 municipios del país, el PRD gobierna 279 con una población en conjunto de 15 millones 893 mil 681 personas.
En Querétaro y Campeche, el sol azteca apenas alcanzó el 7 de junio la meta de 3% para conservar su registro como partido político local. En Jalisco y Sonora rebasaron el 4%, mientras que en Yucatán sumaron poco más de 5% de la votación y en Guanajuato 6.09%.
O sea, el principio del fin de una oferta política que apenas cumple un cuarto de siglo.
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