Osorio o Videgaray, ¿por cuál optaría Peña?

0
Peña Nieto
Anuncio

La historia de las sucesiones presidenciales en México está plagada de mitos. La verdad es que si bien los presidentes del régimen priísta tuvieron cierta autonomía para elegir a su sucesor, sus decisiones la mayor de las veces estuvieron marcadas por la realidad del país.

De ahí que la sucesión del general Lázaro Cárdenas causara desconcierto al decidir dejar a Manuel Ávila Camacho un general conservador muy ajeno a las tendencias socialistas del michoacano.

Eso mismo ocurrió cuando Miguel Alemán se decidió por Adolfo Ruíz Cortines y la sorpresa fue mayor cuando Adolfo López Mateos optó por Gustavo Díaz Ordaz cuando todos miraban como su sucesor al también mexiquense Alfredo del Mazo Vélez quien le había ayudado desde el Grupo Atlacomulco.

Y así nos podemos ir de sucesión en sucesión de Luis Echeverría a José López Portillo y de este a Miguel de la Madrid quien  luego dejaría a Carlos Salinas quien a su vez optó por Luis Donaldo Colosio y no por Manuel Camacho para que al final ganara la postulación y la presidencia un advenedizo como Ernesto Zedillo.

Conversaciones directas con varios de ellos, una vez cumplidos sus mandatos, me dejaron en claro que el Presidente de México –puede usted ponerle el nombre que quiera de entre los priístas mencionados-, en su soledad última, siempre decidió por quien creía que iba a solucionar los problemas de la siguiente etapa o sexenio de México y no por su amistad o compromisos.

Este domingo pensé mucho en eso luego de leer el excelente reportaje-análisis escrito por Jan Martínez Ahrens y que ocupó el espacio central del suplemento dominical “Negocios” del diario El País.

Un artículo dedicado al momento mexicano y no a la crisis griega, nación que está a punto de ser echada a patadas de la Unión Europea y del sistema del Euro, debido a los devaneos chavistas de su primer ministro Alexis Tsipras que ha convocado a u referéndum porque no encuentra como zafarse de la enorme e impagable deuda de 300 mil millones de euros que su país  le debe a bancos europeos.

Entiendo que El País honró con este artículo la visita de los reyes de España Felipe VI y Letizia, y un importante grupo de empresarios, y que busca explicar la atonía económica –social y política- que vive México.

EL ARTÍCULO

Veamos lo que dice Martínez Ahrens del momento mexicano:

“El pasado no encuentra su futuro. El país que en 2012 asombró al mundo con una vertiginosa agenda de reformas, vive días perplejos. Aprobados los grandes cambios estructurales, que han abarcado desde el sector energético hasta el financiero, la edad de oro prometida no aparece en el horizonte. El crecimiento avanza a paso lento y los síntomas de anemia crónica siguen presentes. Nadie duda de que las enormes energías volcadas en la transformación, liderada por el presidente Enrique Peña Nieto, y apoyada por los dos principales partidos de oposición, representan un paso adelante, pero la cuenta de resultados a día de hoy es tozuda. México ha entrado en la senda de los recortes, el consumo no despega y en el cuadro de mandos parpadea en rojo por la crisis del petróleo. Sin que haya turbulencias graves, como en Brasil o Argentina, la euforia reformista se ha diluido. Y su lugar lo ocupa ahora un largo compás de espera”.

No hay duda. El periodista habla del cambio radical sufrido por México que en los dos primeros años del sexenio de Peña Nieto rebosaba optimismo y buenos augurios a partir de las reformas alcanzadas por el Pacto por México (que involucró el apoyo de PAN y PRD), para entrar hoy a un brutal atorón del anunciado despegue y que en vez de crecimiento se enfrenta a un recorte de 9 mil millones de dólares en su presupuesto.

Escrito para enterados, habría que decir que el artículo no explicita que este cambio radical del momento mexicano se deriva de un asunto imprevisible no sólo para Peña Nieto y su equipo más cercano, sino para el mundo entero: Nadie había previsto que la crisis de Ucrania derivara en que Estados Unidos obligaría a sus socios de la Opep –los grandes productores árabes de petróleo-, a mantener una producción alta de hidrocarburos que repercutió en una caída de 100 a 50 dólares por barril de petróleo, a fin de provocar una crisis financiera en Rusia.

Y sí, la medida empobreció y metió en dificultades financieras graves al gobierno de Putin en Rusia, pero también se llevó de por medio a México, Venezuela, Brasil y otros muchos países que dependen del petróleo.

Apoyado por los empresarios y por la oposición, el Gobierno de Peña Nieto no ha sabido explicarle a los mexicanos el origen de los problemas por los que pasa su administración y el país.

Y si bien no ha habido crisis, tampoco ha ocurrido el boom prometido. El gobierno de Peña Nieto ha sido habilidoso para mantener una economía sólida y un balance equilibrado sin crecimiento de la deuda.

Pero el derrumbe de los precios internacionales del petróleo detuvo en seco el impacto de las reformas, las cuales ya no traerán el crecimiento vertiginoso prometido.

Martínez Ahrens dice bien que el impacto de la crisis del petróleo sorprendió a México “justo cuando ponía fin a 76 años de monopolio (de Pemex). Y el efecto ha sido doloroso. La apertura energética era el arma final con que el Ejecutivo pretendía conjurar el espectro que persigue a la economía mexicana desde hace décadas: su incapacidad para generar de forma sostenida tasas de crecimiento lo suficientemente altas para combatir la pobreza, el mayor de sus problemas, el sumidero que lastra una y otra vez sus avances. El desplome del crudo ha puesto en cuarentena este sueño. El objetivo de alcanzar un aumento del 5% del PIB, la meta final de las reformas, ha quedado postergado. Y en un país con 53 millones de pobres, el temor a otro largo invierno ha vuelto a tomar cuerpo.

“El Banco de México ha recortado su previsión hasta situarla entre el 2% y el 3% para este año. Un pronóstico gélido, muy similar al de 2014 y que, pese a toda la batería legislativa desplegada (para aprobar las reformas estructurales) devuelve a México a ese ciclo maldito que desde 1981 le mantiene encadenado a un insuficiente crecimiento medio del 2.4 %” describe el periodista con tino.

Es así que hoy vemos, agrega, “que la expectativa de alcanzar rápidamente el 5 % nunca fue real”, lo que pasa es que nadie lo sabía porque nadie sabía que iba a estallar la crisis de Ucrania y las decisiones asumidas alrededor de ella.

Lo cierto es, dice el periodista, que las reformas realizadas tienen a pesar de todo la dirección correcta. Sin embargo no producirán ya el efecto para que fueron diseñadas y aprobadas: el de un crecimiento económico rápido con un efecto social y de bienestar importante.

Ni modo: tardaran en llegar porque la apertura de pozos petroleros requerirá de años y el cambio de sistema educativo es generacional. México, agrega Martínez Ahrens, sin duda tiene potencia para llegar al 3 % de crecimiento, pero está por debajo de eso debido a un triple fenómeno: descenso del gasto público, la aplicación de la reforma fiscal y la caída en precio y producción del petróleo.

En fin, mala suerte.

Frente a esta realidad, y a que el petróleo representa todavía el 30 % de los ingresos del Estado, Peña Nieto estaba ante la alternativa de o elevar el déficit o hacer un recorte generalizado. Optó por reducir el gasto público. Y el ajuste será de 9 mil millones de dólares.

LA SUCESIÓN

¿Y qué tienen que ver en esto Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación y Luis Videgaray, secretario de Hacienda?

Mire, sin duda, ambos son las primeras alternativas de Peña Nieto dentro de su sucesión. Si él cree que el problema de hoy requerirá de una solución política en el próximo sexenio, sin duda optará por el hidalguense, pero si cree que deberá ser económico, lo hará por Videgaray.

Todo dependerá entonces de la evolución que tenga este momento mexicano. Es lo que yo veo.

rvizcainoa@gmail.com