Los miembros prominentes de la clase política le dirán a usted que la jornada electoral de este domingo 7 de junio fue un gran éxito en todo el país, pese a los maestros “democráticos”.
Otro tanto propagarán los funcionarios del Instituto Nacional Electoral. Faltaba más. Si pusieron todo su empeño, y un monumental presupuesto de poco más de cuatro mil millones de pesos, para que salieran bien.
Don Lorenzo Córdova tiene que lograr que el público, y sobre todo los periodistas incómodos olviden que es racista e intolerante y que es el menos indicado para organizar las actividades electorales del sistema político mexicano.
Inclusive, la jornada electoral habría tenido “buen éxito” en estados violentos como Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Michoacán, donde la inconformidad magisterial, la de la disidencia, llegó a incendiarios grados de violencia y brutalidad. Había pues satisfacción en el rosto de los funcionarios del INE. Ellos crean su propia versión de la realidad. Sólo eventos intrascendentes, dicen, como Tixtla, donde no hubo elección, y algunos pataleos magisteriales en Oaxaca. (Claro. Esta columna se escribió horas antes del cierre de la jornada electoral).
En estas elecciones intermedias, más que candidaturas, inclusive las independientes, lo que estaba en juego era el fortalecimiento de la partidocracia con la hegemonía del PRI, como habilidoso titiritero que manipula marionetas perredistas y panistas.
Siempre, como ocurre en la historia, los estrategas partidistas buscan, por todos los medios, el más simple es la compra de votos – y cuando el comprador es el partido oficial, las autoridades electorales se hacen tontas -, perpetrarse en el poder. “Una vez nos sacaron. No nos volverán a saquear. Perdón, a sacar.”
Pero a futuro, una vez contabilizados los sufragios y visto quiénes son los triunfadores, la ciudadanía, la que no fue a votar, la que anuló su voto en la casilla, o la que, aún crédula, voto por algún candidato, el que fuese, no espera cambios sustanciales en las políticas públicas del actual gobierno que encabeza Peña Nieto. Sólo un ejercicio electoral para reforzar el dominio, la manipulación de las ciudades, pueblos y comunidades de esta sociedad mexicana.
O sea que, por ejemplo – y es lo más importante, porque le pega al estómago de los mexicanos, millones de mexicanos, pobres -, la economía nacional seguirá patas pa’rriba, a merced de volatilidades financieras internacionales, dependiente del éxito o el fracaso de las políticas y financieras de la Fed. En nada influirán las elecciones, ni los elegidos.
Después de la jornada electoral, habiendo “tomado posesión” las nuevas “autoridades”, sólo se reforzarán los mecanismos de control y el apoyo institucional a las clases poderosas. Para beneficio de éstas se hacen la constitución política, las leyes, los reglamentos. Las reformas estructurales. La reforma política.
Llegará a la cámara de diputados una nueva camada de chamacos y chamacas, pastoreados por un reducido grupo de lobos de la politiquería, que manejarán a los demás “legisladores” como marionetas, Como ha ocurrido siempre, per Semper, en el búnquer de San Lázaro.
Una larga jornada para que votaran los que creen en la democracia mexicana; para que no votaran los desidiosos, o muchos ateos de la política, y para que sufragaran y anularan su voto otros muchos que, además de no creer, buscaron dejar un testimonio de su rebeldía.