Un colega reportero ha sido víctima, por estos días, del terrorismo bancario; del bullyng, del acoso de los cobradores; de los cobros forzados, extrajudiciales, como los fusilamientos en Tlatlaya. Y ni don Luis, ni menos don Mario son capaces de meter las manos a favor de los deudores de verdad; no de los transas.
Y los diputados que vieron este fenómeno, lo estudiaron, lo discutieron en diciembre pasado, ni cuenta se dieron de que tenían que haber tipificado estas acciones como delitos de acoso financiero. No sólo la cobranza extrajudicial. También el bullyng que practican las instituciones bancarias. Es el caso del HSBC, cuya cobranza está ubicada en Hong Kong, desde donde una chinita cabrona te llama a cualquier hora del día o de la noche para recordarte que le debes aunque sean cien pesos.
La industria de la cobranza ya rebasa la tolerancia de la clientela del sistema bancario. Muchos usuarios de los servicios financieros se ven en la necesidad de contratar créditos personales y corporativos, o utilizan el dinero plástico – la tarjeta de crédito – que les va carcomiendo aceleradamente su capacidad de pago, pero no por eso los bancos están autorizados a violar sus derechos humanos acosándolos como si fueran criminales.
Hay un montón de despachos de huizacheros que se prestan, mediante el cobro de comisiones, para fastidiar consuetudinariamente a los deudores de la banca y el gran comercio, tipo Liverpool. Este negocio de la cobranza se ha convertido en una abusiva “industria” que produce apetitosas ganancias tanto para los prestamistas como para los cobradores.
Y las autoridades de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores así como la Condusef, que maneja el amigo de Peña Nieto, Mario Di Costanzo, qué hace. Pues nada. Cómo se le ocurre que van a hacer algo. O sea que ancha es Castilla para los cobrones de Hong Kong o de las tierras del coyotaje mexicano. Porque los cobrones son coyotes. ¿O no? O murciélagos (chinacos, pues) que le chupan la sangre a quien se deje. Muchos, estoy de acuerdo, no pagan sus deudas por transas. Ejemplos, hay muchos, sobre todo entre los sectores de la clase media acomodada. Bueno, de transas a transas. Otros, la mayoría porque no pueden: se quedaron sin empleo, o se les murió alguien de la familia y rebasaron su capacidad de pago.
Y a los cobradores de los bancos les importa un pito. Por qué me cobra si ya le pagué este mes. “Porque lo dice la computadora” del usurero Santander.
La industria de la cobranza en México se vale de todo para perseguir a los deudores de una cartera vencida multimillonaria – hablando de deudas incobrables -, como lo apunta el colega Javier Ramírez, del portal Vorágine: Call center, telefonemas las 24 horas del día, cartas amenazantes, visitas que exigen pagar un crédito, maltratos y hostigamiento a los usuarios bancarios hasta llegar a la mentira con supuestos descuentos inexistentes, o embargos.
Y decimos que la cartera vencida es millonaria, ya que la Comisión Nacional Bancaria y de Valores revela que es de 102 mil 145 millones de pesos en diciembre de 2013.
La misma Asociación de Profesionales de la Cobranza (APCOB) considera su actividad como una industria que nace en octubre de 1996 para “dignificar y profesionalizarla”.
Los bancos, a través de los despachos de cobro como Atento, Geller, Recremex, Consorcio Jurídico de Cobranza Especializada, Servicios Legales, Bufet de Abogados y Asociados, Pasos Chávez, Milla y Asociados, Cetelem y Certec, entre otros muchos, convencen a los deudores de pagar su débito de manera aparentemente total o parcial, lo cual es falso, ya que el adeudo por los intereses se ha convertido en una bola de nieve.
Una mala costumbre de los despachos de cobranza es mentirle al deudor cuando le ofrecen un supuesto descuento de su débito para terminar de pagar su deuda, sin embargo, en los hechos esa quita se sigue reflejando en el buró de crédito, es decir, fue engañado y sigue debiendo al banco o a las tiendas departamentales.
La venta de la cartera vencida que llevan a cabo los bancos y las tiendas departamentales, es cuento de nunca acabar, pues, a pesar de que un despacho haya hecho algún convenio con el deudor, aquéllos vuelven a poner en manos de otros ese saldo para seguirle cobrando.
En fin, la cobranza finalmente es un negocio redondo para los acreedores. Una virtud del capitalismo salvaje que gobierna a la humanidad desde los tiempos del Señor Ebenezer Scrooge (Vestuario, escenografía, sonido, audio, luces de Moi Sánchez Limón), una genial ocurrencia mi querido amigo Charles Dickens.