Me dan risa los políticos. No entienden que no entienden. Y esto es más grave que si hicieran como que no entendieran, como que la virgen les hablara. De recién nacidos los criaron con el chupón en la boca, y no les amarraron las manos para que no anduvieran de tentones.
Los diputados, de ellos hablaremos, cambian y recambian, forman y reforman la constitución. Crean leyes para que no cambie nada. Mis amigos venezolanos de hace unas cuatro décadas le llamaban a estos abusos y costumbres de los marrulleros de la política: gatopardismo, o sea cambiar para que todo siga igual, y siga usufructuando las riquezas una reducida runfia de bandidos.
Le aseguro que así pasará con la ley general de transparencia, como está ocurriendo con el Instituto Nacional de Elecciones, cuyo comportamiento en el proceso electoral presente deja tanto qué desear como cuando se llamaba IFE.
Siempre al servicio de los poderosos. La ciudadanía importa un comino.
Lo mismo con el derecho a la información. Lo importante, lo que sí vale la pena conocer, queda vedado por la razón que usted quiera y mande, camuflada de seguridad nacional.
Lo que menos les interesa, por no convenirles, a los políticos es la transparencia. Todo lo hacen, siempre lo hacen, en la opacidad y de opacidad está
“iluminada” la praxis del político mexicano.
Tienen los políticos la capacidad de desaparecer hasta la más mínima huella de su comportamiento, a no ser que en el colmo los pillen con las manos en la maza como ocurrió con el que usufructuaba los beneficios millonarios del agua.
Ya quisiera ver a los grandes de la política gubernamental, que tienen que viajar largas distancias, y hacer viajes que duran horas, para ir y venir de casa a la oficina y viceversa. Obviamente que muchos funcionarios usan el helicóptero de la empresa que dirigen (es empresa la dependencia que tienen a su cargo ciertamente) para desplazarse. Y la ley se los prohíbe.
Ya estoy viendo que las entidades burocráticas de mayor relevancia están abriendo la bitácora de sus aeronaves para saber cuántos viajes ha realizado el señor secretario sólo para asuntos personales y familiares. Si Chucha. Ahí, la nueva ley vale un cacahuate. Se la pasan por el arco del triunfo.
Fíjense, por ejemplo, hablando de lo mismo, de transparencia: antes de que el dictamen llegara a la cámara de diputados, ya los senadores habían hecho cambios que no permitirán conocer información específica de la actual LXII legislatura de la Cámara de Diputados, como las subvenciones – maiceadas, se llaman – a los grupos parlamentarios. En este caso, las normas entrarán en vigor hasta el 31 de agosto, fecha en que concluyen la legislatura actual.
Se supone que la nueva ley obliga a transparentar y permitir el acceso a la información a los llamados poderes ejecutivo, legislativo y judicial; a los
órganos autónomos, a los partidos políticos, a los fideicomisos y fondos públicos, así como a cualquier persona física, moral o sindicato, que reciba y
ejerza recursos públicos, o realice actos de autoridad en los ámbitos federal, estatal y municipal. Esas instancias deberán proteger los datos personales que estén en sus archivos y no están obligadas a dar a conocer declaraciones patrimoniales de los funcionarios.
El IFAI (Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos Personales) cambiará de nombre por el de instituto nacional de transparencia, el cual será cabeza del sistema nacional de transparencia. Según esto, toda persona tiene derecho al acceso a la información, sin discriminación, ni estará condicionado a que acredite interés de ningún tipo o justifique su utilización.
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