Hoy mismo, antes de que ocurra cualquier desgracia, es obligado pensar y repensar el periodismo, la información, el análisis, la opinión, la comunicación (que no es lo mismo que los géneros mencionados), la propaganda, la manipulación porque hace agua tanta confusión y muchos creen que los medios llamados de información, o de comunicación son para dar voz a quienes no tienen voz.
Mentira tan grande no había oído y menos escuchado, aquí y en China, pasando por Estados Unidos y Cuba. El pensador estadounidense Noam Chomsky tiene una tesis que se acerca profundamente a la verdad. El propósito de los medios masivos no es tanto informar y reportar lo que sucede, sino más bien dar forma a la opinión pública de acuerdo con las agendas del poder corporativo dominante. Ésta es una gran realidad.
Sin embargo, y con el profundo respeto que se merece el gran maestro, su tesis se queda en el camino. Para quien ha experimentado el día a día en la redacción de un medio, sea escrito, radiofónico o televisivo, debe completarse la tesis gramsciana: El propósito de tales medios es primordialmente el negocio. Ganar mucho dinero mediante la venta de espacios, tiempos e imágenes. La información, el análisis, la opinión, inclusive la imagen informativa, valen un cacahuate. Son únicamente relleno de los espacios y tiempos que quedan libres de publicidad y propaganda. Esta es la verdad sincera del ser, deber ser, tener que ser de los medios.
Es la práctica diaria, en lo que respecta a la experiencia de este escribidor, que lleva ya toda una eternidad reporteando, corrigiendo, diagramando, ideando periódicos desde el verdadero Excélsior, pasando por la revista Proceso y ese fenómeno de la mercadotecnia y el profesionalismo, que fue (ya no lo es ni lo volverá a ser) El Financiero.
El Financiero fue un fenómeno de la administración de empresas, de la mercadotecnia y publicidad y, curiosamente, del periodismo informativo, que no propagandístico. Pero hasta ahí llegó. No se libró de ser un puntal de la ideología, entendida ésta como el pensamiento patrón, dueño, padrino, dictador, sátrapa.
Fuera de ese fenómeno de la gran prensa escrita (no tan masiva como la radio y la tv), quedarían los medios que he bautizado como rábanos. Rojos por fuera, blancos por dentro. Medios que replican en su interior todas las indignantes contradicciones que denuncian, critican y cuestionan hacia afuera. Pegan con la izquierda y cobran con la derecha.
La radio y la televisión sólo son medios de propaganda de lo rosa de la vida de la sociedad. La radio de repente de libera un poquito, pero no aguanta mucho porque depende de la voluntad del gobierno, ya que éste argumenta que la ondas radiales son “propiedad de la nación”, cuando en realidad son propiedad del espacio, del viento, del aire.
La televisión, sobre todo la comercial, aunque también la estatal, practica un periodismo ligero, a modo del establecimiento. Los boletines oficiales, nada que incomode al gobernante en turno, en la misma línea de privilegiar y acrecentar las ganancias económicas de la empresa, incursionando en el modelaje de una opinión pública, algo realmente inexistente, ficticio, para fortalecer las llamadas instituciones, que en realidad son la representación del mantenimiento a fortiori del estado de cosas a favor, sólo en beneficio, de las clases dominantes.
En este laberinto emocional e ideológico se mueve esa estructura etérea de los medios masivos. Medios de propaganda (y
publicidad), que de ninguna manera de información para una educación liberadora.
Y hay que decirlo: así son también los medios en los sistemas de planificación centralizada, que ya quedan pocos. China, principalmente. Nomás que en sentido contrario.
Entonces, evítese la pena de ser tratado como un idiota. Porque los únicos idiotas son aquellos que se creen las mentiras de las clases dominantes. Y los medios son la voz algo así como del Big Brother de George Orwell.
Y no hablamos de las llamadas redes sociales, concretamente de las más populares, el feisbuc y el tuíter, que hoy por hoy son un juguetito
más de muchos que de alguna manera tienen resueltos sus asuntos económicos.
Esas redes donde hasta los idiotas tienen derecho de acceso a la tribuna pública, como lo reconoce Umberto Eco.