El Problema es que cambiando de sueño no se resuelve nada. Esa es en realidad la historia del modelo mexicano de propiedad de los medios de producción.
Yo siempre les decía que no importaba quién era el propietario. Que el éxito de la empresa depende de la forma de administrarla.
Con Miguel de la Madrid, aquel presidente preocupado por la moral, que nunca pudo definir qué era y que crió cuervos y carroñeros como los que vinieron después a desgobernar esta economía, empezó el desmantelamiento del Estado como propietario de una sector muy importante del entramado empresarial. Todo para que la economía creciera y beneficiara a los ciudadanos, a los trabajadores.
Desde aquellos años delamadridistas comenzó la destrucción de toda clase de empresas productivas, que fueron prácticamente regaladas a los privados, argumentando que el Estado no tenía por qué manejar empresas productivas. En aquellos años renació la idea de que el Estado sólo debería ser el encargado de la seguridad pública interior y la defensa de la nación frente a alguna agresión del exterior.
El Estado policía, pues, que no tenía que dedicarse a la educación, al impulso de la ciencia y la tecnología, a los servicios como la producción y distribución de energéticos, como la electricidad y el petróleo, o dar servicios sanitarios. Todo debía ser derecho del sector privado. No tenía por qué haber seguro social, promoción de vivienda de interés social, etc. Todo debía ser de la ip.
Mucho más de un millar de empresas productivas de toda índole, que eran del Estado, fueron casi regaladas a grandes empresarios, entre ellas Teléfonos de México. La idea de los privatizadores era que en manos de funcionarios las empresas no producían lo que debían por la corrupción de la burocracia. Esperaban que tales empresas fueran productivas y rentables en manos de los empresarios privados.
Y así se escribió la historia del naciente neoliberalismo mexicano, que con Carlos Salinas de Gortari se afianzó y consolidó una economía de libre mercado, de un capitalismo salvaje que no sólo desmanteló la economía sino que creó legiones de pobres, una servidumbre mal pagada que en un momento dado se revirtió en contra de los detentadores de los medios de producción. Se aplastó el mercado interno por la escasísima capacidad de compra de los trabajadores. Y las consecuencias las estamos viviendo en estos tiempos de confusión ideológica y de ignorancia en el manejo de la economía.
Ahora los diputados de las izquierdas se rasgan las vestiduras porque el gobierno, concretamente el secretario de hacienda, ha decidido privatizar el servicio de agua para consumo humano. Pero de qué se escandalizan, si precisamente para ello están los gobiernos ideologizados. La privatización de la economía es la base de la Revolución Silenciosa fondomonetarista que aún no se concreta plenamente en el hemisferio occidental. Y Videgaray sólo está siguiendo el manualito de Washington.
Y que los trabajadores se jodan. Qué importa.
En la Cámara de Diputados, se armó este lunes un grillería bárbaro. No hubo sesiones, pero sí una gran actividad en torno a la ley de aguas, que de acuerdo con el PRD lo que busca es la privatización, lo que es desmentido por los priístas, concretamente por su pastor, Manlio Fabio Beltrones. La verdad es que sí buscan entregar la concesión de la distribución del agua a empresarios particulares. Y esa política sólo podrían pararla los ciudadanos organizados, pero no en manifestaciones callejeras y en gritos y sombrerazos. No. En una organización que tuviera un peso específico frente a la estructura gubernamental. Los islandeses lo lograron en el 2008, nomás que ellos son pocos en comparación con los millones de mexicanos que pululan por todas partes, inclusive en las grandes ciudades del patio delantero.
En fin. No se desgañiten, amigos izquierdistas. El servicio de Agua se va a privatizar, guste o no. Cómo lo van a parar. ¿Acaso pudieron parar las reformas que permiten la privatización de la generación de energía eléctrica y la exploración, explotación, distribución del petróleo?
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