En este país de corruptelas y corrupciones, de negocios ventajosos, de litros y kilos de a 900, la transa es la que norma al mercado; no la ley de la oferta y la demanda. Y esta ley está avalada por los poderes gubernamentales. La constitución y la ley están para ello, para defender los intereses de los transas, que son los dueños del capital.
La transa crea, legisla y manipula lo que he dado en llamar la ley de la necesidad y del abuso. Es decir: quien tiene más saliva traga más pinole.
O sea que el éxito económico individual o de mafia o de cártel, de partido o de empresa, o de emprendedores como ahora les dicen, o de cámara de llamados comerciantes o industriales, o de religiones que comercian con productos y servicios sacros, tiene al robo en despoblado, porque eso es la transa, como su detonador, regulador de la economía.
Cuántas transas hay detrás de la marcha de la economía. Decía García Márquez que detrás de toda fortuna siempre hay un burro muerto.
Transa el productor al distribuidor y viceversa; transan el vendedor y el comprador; transan el casa teniente y el prestador de servicios; transan el banquero y el corredor bursátil; transa medio mundo a medio mundo. Transa el gobierno a los ciudadanos; el Fisco a los pequeños contribuyentes, que con los grandes se amafia y se empareja.
Todo el mundo transa a todo el mundo. Y así se va construyendo el producto interno bruto de la economía. A punta de transas en las actividades primarias, en las secundarias y en las terciarias.
Y digo toda esta perorata sobre mi teoría muy particular del mercado, y de las leyes que lo rigen, que no son las de la oferta y la demanda, sino las de la necesidad y del abuso, porque me llamó poderosamente la atención un reporte periodístico de mi querido amigo y colega Noé Cruz Serrano, que revela lo transas que son los cuadros ejecutivos de la empresa ahora empresa productiva del estado, Petróleos Mexicanos, avalados por los boys de don Luis.
Ya se sabía, pero los hechos recientes comprueban que los de Pemex, comandados por el junior de don Emilio Lozoya, Thalman de apellido materno, son tan transas como cualquier harbano de Correo Mayor que presuma de que quien no transa no avanza. Y fíjese bien si no son transas los actuales oilers de petatiux:
De acuerdo con el Balance Primario y el Balance Financiero, así como la balanza comercial de Pemex, la reducción de los precios del barril de petróleo, observada el año pasado, profundizada en el segundo semestre, les permitió a la empresa, otrora de México, ahorrar 867 millones de dólares por importación de gasolinas. Muchos dólares.
Y a ese ahorro hay que sumar un incremento de ingresos por la venta interna de combustibles automotores (gasolinas Magna y Premium) por 24 mil millones de pesos en el año, sólo por efecto precios, porque el consumo nacional cayó 1.2 por ciento.
Es decir, Pemex está comprando barato y vendiendo caro. Esto no se entiende bajo las leyes de la oferta y la demanda. Esa actitud mercantilista me da la razón cuando afirmo que lo que se impone en el mercado es la ley de la necesidad y del abuso.
O sea que Pemex, al comprar gasolina barata y venderla cara a los automovilistas mexicanos, está robando en despoblado como aquella mi tía de San Femando que le robaba hasta cien gramos a cada kilo de frijol que le vendían los indígenas zoques.
Y nadie se fija en esta transa de Pemex, menos el Instituto Nacional del Consumidor que dirige el otrora radical de izquierda, Mario Di Costanzo. Y el señor Lozoya Thalman hace como que la virgen le habla…