Los escenarios y niveles de la transformación son todos: los sociales, los económicos y los políticos.
En este proceso y momento, los elementos más visibles y presentes por su efecto social y mediático son sin duda el de la irritación social, el de los intentos de desestabilización surgidos desde la CENTE -aunque no únicamente de ella-, y los del coletazo del crimen organizado.
El asunto de los 43 normalistas de Ayotzinapa ha sido y seguirá siendo clave en todo este entramado.
Sin embargo los de mayor profundidad y efecto son y serán sin duda los efectos de las 11 reformas estructurales aprobadas el año pasado -y ya en curso-, y que han creado nuevas reglas e instituciones de Estado.
Los efectos de éstas reformas –coinciden dentro y fuera de México todos los que saben de eso-, se verán en los siguientes 10 o 20 años.
En contrapunto de quienes creen que el gobierno de Enrique Peña Nieto vive por todo lo anterior una profunda crisis, hay quienes aseguran que este contexto al primero que beneficia es precisamente al mexiquense.
Me explico:
La historia reciente de nuestro México está llena de ejemplos de gobernantes mediocres quienes en sus respectivos períodos no hicieron nada. No promovieron nada y transmitieron su cargo sin hacer nada.
A ninguno se le recuerda por sus logros, sino por sus defectos y fallos.
A Gustavo Díaz Ordáz por ejemplo se le vincula a lo del 68. A Echeverría por lo del halconazo y la gran devaluación de 1976. A José López Portillo por lo de la inútil defensa del peso como un perro y por la nacionalización de la banca. A Miguel de la Madrid ¿por qué?… bueno, por su deficiente actuación ante el terremoto de septiembre de 1985; a Carlos Salinas por lo del asesinato de Colosio, el surgimiento del EZLN, por la ejecución de Ruiz Massieu y por las trapacerías de su hermano Raúl. A Ernesto Zedillo por lo del error de diciembre del 94. A Fox por Marthita, y a ésta por las pillerías de sus hijos. A Felipe Calderón por lo de su guerra con 70 mil muertos y 30 mil desaparecidos.
Los últimos hechos sobresalientes en este país datan de los períodos de Lázaro Cárdenas con el reparto agrario y la expropiación petrolera, la creación de Pemex y el IMSS; y de Miguel Alemán con la construcción de Ciudad Universitaria, el aeropuerto internacional de la Ciudad de México –milagrosamente todavía en funciones-, y la red carretera que es el eje de la movilidad de productos y personas en la república hasta nuestros días.
Adolfo López Mateos completó lo iniciado por Cárdenas al nacionalizar la industria eléctrica.
Desde entonces los cambios y las obras, el surgimiento de instituciones y los planes de gobierno no han logrado ni sacar a México de la injusticia, disminuir la miseria, la marginación ni el subdesarrollo.
¿OPORTUNIDAD O MALDICIÓN?
Es justamente ahora en que Enrique Peña Nieto encuentra una sociedad efervescente, un país y contexto internacional ávido de transformaciones en que la crisis bien aprovechada lo puede convertir en promotor de una mutación nacional como no se había dado antes.
Los hechos indican que el mexiquense entra en este 2015 en su tercer año de mandato parado en dos Méxicos…
Uno, lleno de ira y descalificaciones, que da vueltas y vueltas sobre su propio reclamo y amarguras, pero que no ha sido capaz hasta ahora de transformarse en un movimiento o corriente con propuestas, y del cual tampoco ha surgido ningún líder con visión o preparado para encabezar esta circunstancia.
El otro es el México del trabajo diario, de los emprendedores, de una inconformidad social que se convierte en un aliciente para aceptar el reto de las reformas, la capacitación y el cambio.
Pese a la boruca de los mexicanos del país de la inconformidad y la toma de calles, la obviedad nos dice que el segundo México es el que predomina porque de lo contrario el país habría entrado ya en una insurgencia o revolución que hasta ahora y por fortuna no ocurren.
Los hechos nos dejan en claro que en México la inconformidad y la violencia, no han alterado la vida diaria, ni han obligado a detenerse a ninguna institución ni empresa. Por más marchas y quejas, ese movimiento no crece y mucho menos se desborda en anarquía o rompimiento social. Muchos hablan del “México Bronco”, pero este no surge ni hay indicios de que pueda ocurrir.
Un dato muestra que el país camina pese a marchas, mítines, reclamos y violencia: en 2014 México recibió a 26 millones de turistas extranjeros, el mayor número de visitantes internacionales recibido hasta ahora.
Y lo pongo como ejemplo porque hay quienes realmente piensan que la caída de la imagen del país fuera de México por el asunto de Ayotzinapa ha sido absoluta. Y pues no. Resulta que hay muchos ciudadanos de otros países que deciden venir a este México que muchos de nosotros mismos desvaloramos y despreciamos.
Así otros muchos indicadores advierten un país con capacidad de respuesta.
Cierto: México vive grandes retos y problemas, uno de ellos, el de la corrupción es ya de hartazgo; la marginación, pobreza e inequidad son ya insoportables; la impunidad es intolerable.
Nada de esto podrá desaparecer, ser erradicado por arte de magia, de un día para otro.
El paraíso no existe. Los milagros tampoco.
Nada de eso podrá ser resuelto sólo por el gobierno y el Presidente en turno. Todo eso sólo podrá ser superado con educación y la unión de la mayoría de los mexicanos, unidos como sociedad. Eso lo muestran las historias y logros de otros países, otras sociedades.
Si dejamos de lado nuestro aislacionismo cultural, si dejamos de pensar que sólo aquí ocurren todos estos males, y si logramos ver los beneficios de una acción y cambio común, entonces podremos transformar la crisis en un nuevo modelo moral y ético social para México. Llegar a un verdadero sistema de justicia, paz y equidad real.
Es decir, de todos –o la mayoría- de nosotros depende convertir este momento mexicano en oportunidad o en la persistencia de la maldición del atraso.
En este contexto y perspectiva es que Peña Nieto puede resultar el gran promotor del cambio.
Quizá como se lo reclaman, exigen muchos, para convertir el moento en una oportunidad para México requiera de ajustes en su equipo. Ya él decidirá eso.
Pero lo que ya ha colocado sobre la mesa nacional es una promesa que no debemos dejar de lado. En primer lugar las famosas y tan mencionadas reformas a las que les siguen las obras, esas que como el nuevo aeropuerto, los trenes, los puertos, los desarrollos regionales ya están en marcha.
Eso llevará tiempo de ejecución y maduración. Ni modo. Quizá por eso la otra gran decisión que deberá tomar Peña Nieto, quizá la más importante de todas después de haber logrado lo que ya ha alcanzado, será la de asegurarse de que su sucesor no desvié este proyecto.
ELEVAR EL DEBATE
Ni que decir que 2015 es ya, desde hoy mismo, un año electoral altamente competitivo.
Y en este contexto y por la circunstancia de todos los partidos políticos y sus dirigencias, al parecer no hay más que dos perspectivas: o persistir en el método de la guerra de lodo, de descalificaciones y confrontación… o de superar por primera vez la guerra sucia, las intervenciones telefónicas y filtración de videos comprometedores, para entrarle a un debate de propuestas y soluciones.
Y alejar a los mexicanos de la polarización y darles la oportunidad de escoger los mejores perfiles y proyectos.
En un primer paso hacia este objetivo, el PRI ha propuesto a sus opositores a elevar la contienda electoral y presentar las mejores ofertas políticas.
Por ello la senadora Cristina Díaz Salazar –puntera en la contienda por la gubernatura de Nuevo León-, indicó que “los priistas nos estamos preparando para enfrentar el proceso electoral con propuestas claras y contundentes”
De entrada, dijo, “daremos respuestas a las demandas más sentidas de la población en materia de seguridad, combate a la impunidad y crecimiento económico”.
La también secretaria general de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares, la CNOP, reconoció que “no somos ajenos a la realidad que vive el país”.
Consideró que el presidente Peña Nieto heredó una situación de descomposición social que ha derivado ya en ruptura del tejido social en la cual, el caso de los jóvenes normalistas de Ayotzinapa, fue la gota que derramó el vaso.
En este contexto, dijo, el reto de los partidos y sus candidatos será el de mover a un electorado a través de proponer una agenda que le de viabilidad al país.
“No estamos pensando solamente a corto plazo. Nuestra visión es a mediano y largo plazos. De ahí que las políticas que impulsa el presidente Peña Nieto van más allá de un sexenio. Estamos sentando las bases para políticas transexenales.
“Sólo con la reforma energética estamos dando la posibilidad de un crecimiento importante y de generación de un empleo bien pagado; con la reforma en telecomunicaciones, además de generar inversiones se propiciará la democratización en el acceso para todos a las comunicaciones y ello, sin duda será en beneficio de la educación”, indicó.