Pasado mañana, el miércoles 17 de este diciembre, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, la espantosa y temible CNTE, cumplirá 35 años de haber sido creada.
Surgida en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, bajo el reclamo del pago oportuno de salarios magisteriales, de un mejoramiento sustancial de éstos y por la democratización del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, el SNTE al cual pertenecen y repudian, la CNTE estuvo marcada en un inicio con la sospecha de ser un instrumento de presión interno de Elba Esther Gordillo hacia el líder del SNTE, Carlos Jonguitud Barrios y el entorno inmediato de éste dentro del gremio.
La Maestra aspiraba desde entonces a ser la sucesora de Jonguitud, pero éste y los suyos siempre diferían para el siguiente congreso la posibilidad de ese ascenso. Así la mantuvieron durante años alejada del liderazgo nacional del gremio magisterial.
Entonces apareció la CNTE, creada en el estado donde ella nació, estudió y comenzó a trabajar, y por personajes cercanos a La Maestra o afines a ella, lo cual le permitió convertirse en puente de negociación de reclamos y posiciones del grupo disidente.
En estos 35 años de vida de la CNTE mucho han cambiado las cosas. Elba Esther está en la cárcel y las dirigencias de la CNTE en Oaxaca y Guerrero, al menos, han sido penetradas y controladas por maestros vinculados con el EPR y el ERPI, según informes del CISEN.
Los hechos y sus acciones lo confirman.
Surgida en la lucha gremial y social, la CNTE también controla a los magisterios de Chiapas y Michoacán y tiene células importantes en otros 10 estados del país.
Sin embargo, las directivas y contingentes más radicales se encuentran en el corredor Oaxaca-Guerrero.
Es ahí donde desde 2006 se comenzó a gestar y ensayar una abierta escalada de desestabilización social, política y económica, y de reto al Estado mexicano, con la toma de la ciudad de Oaxaca, una toma que duró 6 meses con varias muertes y un daño económico multimillonario.
En Oaxaca ese año se experimentó vincular al magisterio con otros sectores sociales aglutinados entonces en la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, la APPO, constituida al calor del movimiento de la CNTE entre los días 17 y 21 de junio de 2006, para escalar el conflicto y hacerlo aparecer ante el resto del país y del mundo como un movimiento popular insurgente, no sólo de un grupo magisterial.
Este mismo método es el que se ha seguido desde entonces a la fecha.
La dirigencia guerrillera del CNTE va a todas. Aprovecha lo mismo la reforma educativa que las otras reformas estructurales del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto y del Pacto por México, para lanzar a sus hordas al asalto de ciudades, las calles y las plazas, cercar instalaciones legislativas y posesionarse del Zócalo capitalino, o vandalizar y asaltar comercios, que agredir a ciudadanos o periodistas. En pocas palabras: sembrar el caos y confrontar con violencia al gobierno y al Estado mexicano.
En 2006 durante su toma de Oaxaca, esta directiva ordenó, entre otras atrocidades, quemar el Catastro Público de la Propiedad y el Teatro Macedonio Alcalá, lo cual por poco logran.
La CNTE, que en Guerrero cambia su nombre al de Coordinadora Estatal de los Trabajadores de la Educación de Guerrero, la CETEG, pero que es la misma cosa, ahora ha quemado el Palacio de Gobierno, la alcaldía de Iguala, las sedes del PRI, PAN y PRD y asaltado la Casa de Gobierno, sin contar que un día sí y otro también paralizan la Autopista del Sol, lo cual provoca un daño creciente e incuantificable a Acapulco, principal fuente de ingresos del estado.
Hoy, dentro de esta estrategia y táctica, se han montado en el justo reclamo de los padres de familia y compañeros de escuela de los 43 normalistas de Ayotzinapa, para desatar una nueva escalada de desestabilización contra el Estado mexicano.
A eso se refería en parte el almirante Vidal Francisco Soberón, secretario de Marina cuando hablaba de manipulación alrededor del asunto de los normalistas.
SECUESTRO
El sábado esta escalada de desestabilización llevó a los dirigentes de la CNTE a ordenar a sus hordas magisteriales a asaltar el salón de fiestas Quinta San José, en Tlapa, Guerrero, donde el Club de Periodistas del Estado otorgaba reconocimientos y premios a reporteros, fotógrafos y camarógrafos de medios informativos de las 7 regiones en la entidad.
El evento inició alrededor de las 17:00 horas cuando al lugar llegaron unos 100 maestros de la CETEG con la cara cubierta y armados con tubos y palos.
Al grito de “prensa vendida”, entraron por la fuerza y se apoderaron del lugar e impidieron durante 5 horas salir a los trabajadores de los medios y sus familiares, en total unas cien personas. Luego de empujones y amagos de violencia, los de la CETEG explicaron a los periodistas que el evento era considerado por ellos como una “burla” para el movimiento en favor de los normalistas de Ayotzinapa.
Los maestros les decomisaron los celulares, cámaras de fotografía y video, así como las grabadoras. Sin embargo al momento del asalto, varios periodistas habían logrado marcar el 066 que es el número de emergencias en Guerrero, pero la ayuda nunca llegó.
Los agresores obligaron a 4 periodistas a declarar su apoyo al movimiento de la CETEG y de los normalistas. Hacia las 20 horas todos finalmente fueron liberados al parecer por intermediación del delegado de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos en Tlapa.
PROVOCACIÓN
Durante la madrugada de ayer en el centro de Chilpancingo se dio un evento más de los ya relatados cuando un contingente de la CGTEG llegó hasta el hotel Real del Sol y después trasladarse el hotel Diplomático, para ingresar a varias habitaciones de donde sacó a golpes a tres personas que luego se supo eran miembros de la Policía Federal.
Estos fueron subidos a una camioneta que minutos más tarde fue alcanzada por otros agentes, quienes lograron rescatar a sus compañeros luego de un enfrentamiento con el grupo de maestros a quienes, se dijo, acompañaban normalistas de Ayotzinapa.
De acuerdo a algunas versiones de los maestros que capturaron a los agentes, estos –aparentemente alcoholizados–, les habrían insultado desde un taxi cuando colocaban vallas sobre la avenida Insurgentes como preparativo para la realización de un concierto en solidaridad con los padres de los 43 normalistas.
Los agentes habrían sido seguidos hasta su hotel y capturados por los maestros.
Luego de ser rescatados por sus compañeros, los tres agentes secuestrados por los maestros, fueron ingresados a un hospital local en estado grave.
La PF rechazó que los agentes hubieran ingerido bebidas embriagantes y afirmó que el ataque de los maestros fue sin causa y sin previo aviso.
En el enfrentamiento otras 5 personas resultaron también con heridas.
Los federales utilizaron gases lacrimógenos y balas de goma para contener a los maestros y poder rescatar a sus compañeros.
Otra versión indica que los 3 agentes federales fueron rescatados luego de una negociación realizada entre el comandante “Espartaco” de la Policía Federal y Ramos Reyes Guerrero, uno de los dirigentes de la CETEG quien a su vez reclamó dejar libres a 4 personas que habían sido detenidas.
Entre los lesionados al parecer está Carlos Alberto, quien dice ser reportero de Regeneración Radio y el estudiante de la UNAM, Ernesto Cruz Flores.
Luego de este incidente con fuerte olor a provocación, maestros de la CETEG atacaron e incendiaron dos camionetas enfrente del Instituto Universitario de Ciencias Policiales de la Secretaría de Seguridad Pública, localizado sobre la Autopista del Sol, en el centro de Chilpancingo.
Cualesquiera que sean las causas de este incidente, lo cierto es que se encuadran dentro de una muy bien planeada y aplicada estrategia de violencia que obviamente pretende, busca, una reacción del gobierno de Peña Nieto.
Así habría motivo para atraer a otros sectores y lanzar una movilización masiva de protesta y de violencia en todo el país.
Es como estar tirando cerillos encendidos en un campo de pasto seco, para ver cuál prende, hace estallar la pradera nacional.
¿Cuándo encontrará finalmente el gobierno la solución a este desafío?