Ha trascendido en medios, cuartos, recámaras y cámaras de Televisión y del Congreso de la Unión, que en 2004 el entonces Peje de Gobierno del DF Manuel Andrés López Obrador (MALO) recibió de este columnista un proyecto con la iniciativa de adiciones al Código Financiero del Distrito Federal, para gravar con un 10% los egresos de las empresas, por concepto de enajenaciones diarias de sus acciones en la Bolsa Mexicana de Valores (BMV), como un impuesto local que ya se cobraba en Londres por las operaciones de la bolsa británica; la exposición de motivos aludía a la inminente venta a través de esa BMV, del banco nacional Banamex al norteamericano Citygroup, en la fantástica cifra de 12’000’000,000 US-Dollars.
La ratio legis de dicha iniciativa de decreto, planteada por este columnista a MALO, la hice consistir en que la Federación está facultada para cobrar impuestos por los ingresos de las empresas y que, por lógica constitucional, los egresos de ellas eran susceptibles de ser gravados con impuestos locales por las entidades federativas, habida cuenta de que se trata de facultades concurrentes.
Para que este columnista pudiese llegar a MALO fue menester una recomendación del ex-presidente Luis Echeverría Álvarez (LEA), cuya nuera Ana Lilia Zepeda entonces era jefa de prensa del Jefe de Gobierno del DF e íntima amiga del propio Peje; también fue necesario obtener el voto de confianza del psiquiatra del mismo Peje, el hidalguense Fausto Trejo; e inclusive fue obligatorio tener la benevolencia del padrino santero, que acababa de llegar de Cuba para proteger del mal de ojo a Manuel Andrés López Obrador.
No obstante todas esas condiciones para el encuentro en el Museo de la Ciudad de México, este columnista vio rechazada su propuesta de que el Gobierno del DF se viera refrescado con un mil doscientos millones de dólares, por concepto de ese impuesto local a tal operación en la Bolsa Mexicana de Valores, pues, el Peje me preguntó porque se había atrevido a recomendarme LEA, si éste no era su amigo y que, en cuanto fuera presidente de México, lo metería a la cárcel; y con ese baladí pretexto, MALO se abstuvo de gravar fiscalmente la venta de Banamex en 2004, a pesar de seguir denostando demagógicamente al ex-propietario Roberto Hernández y, claro, MALO no llegó a la presidencia. Uff
Hoy, gracias a Dios, ese demagogo Manuel Andrés López Obrador ya no puede hacer daño alguno al DF ni a algún otro conglomerado humano regional o nacional, y hay que agradecer al presidente Enrique Peña Nieto su neurona y testosterona para cobrar impuestos a las operaciones de la Bolsa Mexicana de Valores, con esa valerosa e ingeniosa iniciativa presidencial, que junto con la otra iniciativa legislativa de EPN de derogar la consolidación fiscal de las empresas de los 300 magnates apátridas de los monopolios nacionales, ante los ojos de este columnista ese MALO se ha devaluado para siempre y EPN se ha revaluado como un nacionalista que procura democracia y justicia social.